viernes, 25 de septiembre de 2009

SU VAMPIRO





Será casualidad, pero en las últimas semanas he encontrado varios. Son los vampiros. Hombres mediocres que viven a la sombra de mujeres de éxito profesional y que lejos de apoyarlas se dedican a ningunearlas y menospreciarlas en público y en privado. Y lo curioso es que ellas han desarrollado tal dependencia que sin ellos son incapaces incluso de respirar.

Generalmente el modelo se repite. Ellas han ido creciendo sin parar en su vida laboral y pública mientras ellos coleccionan despidos conflictivos, negocios fracasados y grandes planes que nunca llegan a ninguna parte. Y mientras viven de los ingresos de sus compañeras, dedican el tiempo a rumiar revanchas que casi siempre terminan pagando ellas.

Ellas, las que bajan la cabeza y callan.

Y fue sorprendente y más que sorprendente aterrador contemplar hace pocos días como una de estas mujeres magníficas se iba achicando poco a poco ante las miradas de desprecio y las frases cortantes y ante todos los presentes del que se supone debería ser su mayor admirador. Un tipo despreciable y sin embargo, el dueño de su vida. Su vampiro.

Y es así como estas mujeres terminan siendo dos distintas: la diurna, la que triunfa, sonríe y camina con la cabeza alta y la nocturna, la mujer dependiente y vejada en que se convierte cuando llega a casa. Cuando cada noche se reencuentra con el hombre que debería ser su apoyo y que sin embargo, poco a poco, imperceptiblemente, la va destruyendo hasta convertirla en una mujer insegura, sin autoestima ni voz propia. Cuando cada noche vuelve a encontrarse con su vampiro.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

CAPERUZITAS II



Sra. Ministra de Cultura

quizá así, a bote pronto, mi nombre no le suene de nada, pero si le cuento que soy una de las siete españolas que jamás se ha sentido discriminada laboralmente por razón de sexo, enseguida caerá.

El caso es que acabo de llegar a casa después de una jornada laboral de once horas en un día cafre como pocos, que ha incluido un viaje relámpago a Madrid, una bronca monumental con mi jefa y una marathon de llamadas para intentar apagar siete u ocho fuegos que ardían simultaneamente, y he visto en las noticias que a su ministerio se le ha ocurrido la brillante idea de primar en el reparto de subvenciones las películas dirigidas por mujeres. Joer. Le aseguro que el gazpacho me ha salido por las orejas.

Y yo no se que pensarán Isabel Coixet o Iciar Bollaín, pero desde que lo he escuchado no dejo de dar gracias a Dios por el día en que se me ocurrió que lo mío podía ser el periodismo y no el cine o la moda.

El caso es que dándole vueltas al tema he llegado a la conclusión de que muy probablemente entre la enorme comitiva que dicen las malas lenguas le ha acompañado a Nueva York a presentar la "Obra" de cuatro diseñadores españoles elegidos a dedo en una preformance a la que no ha ido nadie, estuviera la ministra de igualdad y la muchacha haya aprovechado los largos paseos por Central Park y los desfiles de Custo en la semana de la moda para sugerirle la idea.

Y aunque de ninguna manera quiero cuestionar sus iniciativas, si me gustaría recordarle que chorradas como ésta no hacen más que perpetuar la imagen de "Caperuzita" que tanto daño ha hecho a muchas mujeres y que en vez de gastar el dinero público en gansadas, podrían intentar asegurarse de que podamos quedarnos embarazadas tranquilas sin la amenaza de un despido, de que haya guarderías públicas suficientes, o de que los horarios laborales y escolares se hacen algo más razonables para todos.... Y estoy segura de que cuando se consigan algunas de estas cosas nos dará igual si la película la ha dirigido un hombre, una mujer o una ameba, entre otras cosas porque disfrutaremos de nuevo del placer de tener tiempo entre semana para ir al cine.

De verdad, señoras, con estas mamarrachadas... que flaco favor nos hacen a todas.

lunes, 21 de septiembre de 2009

PUEDE QUE SI


Mi madre me cuenta que hoy mi padre (jubilado y dedicado en cuerpo y alma a su huerto, sus viñas y sus frutales) anda vendimiando en la viña de un vecino que en unos días vendrá a casa para empezar con las nuestras. Además, otro vecino que hace unos meses nos ayudó a trasladar una colmena que se había formado entre el contraventano de madera y el cristal, ha traído unos tarros de miel. Y un tercero, que ya ha bajado de puerto con las ovejas, cumplirá este domingo su promesa de prepararnos unas migas de pastor. Ellos, claro, viven ahora en un pueblo de apenas 100 habitantes.

Yo llevo cuatro años viviendo en el mismo piso y apenas conozco a Merche, la vecina de enfrente. En una finca de 40 pisos, no está mal.

Lo pienso mientras Juan, un compañero de trabajo, me cuenta como en su pequeña urbanización de adosados en un pueblo a pocos kilómetros de aquí, lo vecinos se han organizado para ayudar a una familia en apuros. El padre sufrió hace poco un accidente laboral que lo dejó malparado y la situación se ha complicado desde que la madre, al tropezar y caer por las escaleras, se ha roto la pierna por dos sitios distintos. Así que los vecinos, que hasta ahora apenas se conocían se han organizado para llevar y traer los niños al colegio, hacerles la compra y la comida y pasear al perro.

Y quizá no sea más que una excepción, pero puede que no. Puede que al final resulte que si, que es verdad, que la crisis nos está haciendo un poquito más humanos.



miércoles, 16 de septiembre de 2009

BUENROLLISMO


Si hay algo que me toca las narices últimamente es el "buenrrollismo" profesional y los libros de autoayuda aplicados a la empresa. Confieso que estoy algo quemada porque de nuevo, y tras el parón bendito del verano, me veo obligada a invertir mis tardes de martes en un master de recursos humanos y/o gestión de personal que me pone de los nervios.

La idea, en principio, no sería mala a no ser porque este curso que comparto con el resto de cargos de la empresa se ha ido convirtiendo en una especie de reuniones tipo "alcohólicos anónimos" en el que la profesora suelta una frase "buenrrollista" tipo Coelho y nosotros nos dedicamos a divagar un par de horas. Eso, cuando no nos tiramos toda la tarde montando una figura con piezas de Lego para estudiar la dinámica de grupos. Yo, os podeis imaginar, siempre soy la desmotivada de equipo. Lo peor, que cuando sales tienes en la mesa esperando el trabajo que no has hecho por perder el tiempo en chorradas.
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Total, que después de tropecientas horas perdidas/invertidas en el tema, lo único que he sacado en claro es que hay que ser "proactivos" con los miembros del equipo que ahora se llaman "colaboradores" y facilitar su desarrollo personal en un ambiente de armonía. Joder. Bueno, eso y la sospecha de que la profesora tiene el curso preparado de antemano y le da igual que seamos importadores de pescado o pilotos militares. Un ejemplo: el día de "Mejorar la gestión del tiempo" nos recomendaba limitar exclusivamente y sin excepciones a 30 minutos al día el tiempo para mirar el correo electrónico y devolver llamadas telefónicas. Afortunadamente alguien tuvo la amabilidad de recordarle que trabajamos en un medio de comunicación y no en una fábrica de bombillas.
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El caso es que ayer alguien sacó en clase el asunto "France Telecom". Para el que no lo sepa, en poco más de un año y desde que la empresa anunció traslados, son ya 23 los trabajadores de la firma que se han quitado la vida y otros 13 los que lo han intentado. El último de los suicidios tuvo lugar el pasado viernes, cuando una mujer de 32 años se arrojó por la ventana de su oficina en París. Días antes, un hombre de 49 años se clavó un cuchillo en el estómago durante una reunión en la que le fue comunicado que iba a ser trasladado. En fin, una salvajada, sobre todo si tenemos en cuenta que la empresa ha esperado a que hya 23 muertos antes de tomar medidas.
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Alucinante.

Pero lo más alucinante de todo fue observar las reacciones de los 16 que estabamos en esa sala. Un par soltaron chistes que la mitad rieron con ganas. Otro le echó la culpa a la "flojera de caracter de los suicidas" y generó un debate sobre la mejor forma de terminar con la vida y un tercero expuso su teoría sobre la movilidad profesional. La profesora aportó que las relaciones laborales no siempre son una ciencia exacta. 23 muertos.
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23 muertos.
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Alucinante.



martes, 15 de septiembre de 2009

FE


¿Qué puede esperar uno cuando ya no queda nada?

Seguro que los que han leído “La Carretera” de Corman McCarthy saben de qué hablo. Los que todavía no lo han hecho no perderán nada si se acercan ahora mismo a cualquier librería y compran por siete u ocho euros la edición de bolsillo de esta novela por la que el autor se llevó el Pulitzer y que no solo engancha sino que hace pensar. Y mucho.

A grandes rasgos “La Carretera” cuenta el viaje de un padre y su hijo hacia el sur de los Estados Unidos tras una hecatombe que ha destruido por completo el mundo tal y como lo conocemos. Apenas un puñado de humanos han sobrevivido entre el fuego y la destrucción y se afanan por resistir en un paisaje donde no queda nada. El frío cala los huesos, llueve ceniza y la falta de comida es tan dramática que algunos de esos humanos se han organizado en grupos para cazar a otros humanos que después les servirán de alimento. Son los malos.

En este escenario, el padre viaja con el niño y un revolver con dos balas. El niño ha aprendido a manejarlo y sabe sobre todo que si algo le ocurriera al padre, debe introducirse la pistola en la boca y disparar antes de que uno de esos grupos de salvajes dé con él y lo conviertan en parte de su dieta.

Con este panorama de días lluviosos y huída interminable hacia un sur que no es garantía de nada, las preguntas saltan locas una detrás de otra.

¿Por qué no utiliza de una vez por todas esas balas?
¿Qué empuja al padre a seguir adelante si sabe que nada va a mejorar?
¿Se atreve a imaginar que será del chico cuando él falte?
¿Es consciente acaso de que su vida será siempre una huída perpetua?

Lo más curioso es que en ningún momento la narración deja entrever la más mínima esperanza de que las cosas puedan cambiar. Y sin embargo, ellos siguen adelante. Y yo no dejo de preguntarme ¿Qué puede esperar uno cuando ya no queda nada?.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

UNA DE MEDICOS



Dice que ronco. Que ronco. Pues nadie se me había quejado nunca…

Al principio, no le hice ni puñetero caso e incluso le eché la culpa a él. Y es que a poco de conocerme, FHMP se marcó una super cama con el colchón recubierto por una de esas fibras raras y modernas. El caso es que cada vez que te mueves, el colchón, presuntamente, se adapta a tu cuerpo y debes sentirte como si flotaras en una nube. El problema es que yo por las noches me muevo más que los precios y al pobre colchón no le da tiempo a seguirme, por lo que termino buscando acomodo como puedo entre un mar de bultos y agujeros extraños. Como además mi queridísimo pesa algo más que yo y no se mueve en toda la noche, poco a poco voy escurriéndome cuesta abajo hacia su agujero hasta que acabo pegada a su espalda como una joroba. En enero mola, pero con 35 grados en la noche de Zaragoza, es una sauna. Total, que paso media noche manteniendo el equilibrio amarrada a la esquina de la cama intentando no escurrirme. Y me levanto hecha polvo.

Así que cuando me acusó de roncar como un marinero borracho en una taberna de puerto le eche la culpa a las fibras de su cama a ver si colaba y me dejaba darle la vuelta al colchón. Y no coló. Entre otras cosas porque de fin de semana en casa de mis padres en pleno monte, mi madre me saludó el domingo con un “hija, vaya noche me habéis dado entre tu padre y tú. Parecíais Pimpinela versión oso”.

Por fin y después de que ayer casi me ahogara en la informativo, hoy he ido al médico y le he contado que llevo tres meses cargada de mocos y ronco. Ella, me ha sentado en la camilla, me ha mirado la garganta y me ha quitado la camiseta para auscultarme el pecho. Me ha preguntado un par de cosas y al final no debía tener muy claro mí diagnostico porque a pesar de que le he insistido una y otra vez en que yo solo tengo mocos y ronco, ella...

Me ha pedido una radiografía por si fuera sinusitis.


Me ha mandado al alergólogo por si fuera alergia.


Me ha dado un cacharrito para aspirar por si fuera asma.


Me ha recetado antibióticos por si fuera una infección extraña.




Y eso que no he fumado en mi vida....



lunes, 7 de septiembre de 2009

ESPERANDO UN MILAGRO


En apenas una semana me lo recomendaron cuatro personas distintas y todas hablaban con emoción de un libro que, me advertían, era extremadamente duro. Lo compre, claro, y me ha costado un par de meses terminarlo. No porque sea especialmente denso o largo, sino porque cada una de sus páginas suma tal cúmulo de palizas, derrotas y desgracias que leía unas cuantas líneas y tenía que dejarlo un tiempo antes de empezar otra vez.

Es, claro, Mil soles espléndidos, la historia terrible de dos mujeres afganas contada sin apenas recursos literarios. Frases cortas, palabras incisivas, prosa dura. Tan dura como la historia que cuenta sin concesiones.

A fecha de hoy aún no se si me ha gustado o no. Solo se que mientras lo leía, el parlamento iraní rechazaba a dos mujeres como ministras, un padre egipcio maltrataba hasta terminar con su vida a su hija de 23 años porque las habladurías la relacionaban con un chico y eso atentaba contra su honor y en Sudán, un tribunal condenaba a 40 latigazos a la reportera Lubna Ahmed por indecencia al ser descubierta vistiendo pantalones. Y son solo tres ejemplos de tres países donde hay mujeres, algunas mujeres, que pueden llevar una vida algo normal. En Afganistán no.

La historia de mil soles espléndidos es casi contemporánea y una no puede evitar ponerse en la piel de esas mujeres machacadas una y otra vez en un país devastado, mujeres siempre encerradas en patios o bajo burkas. Son mujeres que llevan tantos años pasando hambre que ya no recuerdan lo que es una comida normal, que mueren porque no hay médicos ni hospitales para ellas, que se compran y se venden entre familias y que pasan su corta vida recibiendo palos de padres y maridos.

Son mujeres que con cada tregua, con cada anuncio de cambio político albergaron una esperanza, para descubrir poco después que los cambios siempre son para peor.

Son mujeres que a fecha de hoy siguen esperando un milagro que cambie sus vidas.