viernes, 29 de octubre de 2010

CHIFLADOS

Me llama mi padre, desde Benidorm, para decirme que ha encontrado la tienda de los libros viejos. Era mi encargo para este viaje, en el que, después de un montón de años y recién jubilados, han vuelto para pasar unos días.

El pueblo tiene muy poco que ver con lo que yo recuerdo. Con aquellas vacaciones durante tres o cuatro años en la playa de Poniente (la pequeña del pueblo, no grande de los veraneantes, que era la de Levante), los paseos y los helados por las tardes y aquellos primeros hoteles y apartamentos que ya empezaban a adivirnase a lo lejos. Cada verano, nada más llegar, dejabamos los trastros en el apartamento e íbamos volando a aquella tienda, en una callejuela, donde se amontonaban miles de libros viejos a un precio ridículo. De esos montones salió mi ejemplar de "Cien años de soledad", unas cuantas novelas de bolsillo de Ágatha Christie y sobre todo, la complicidad con mi padre mientras rebuscábamos entre los montones.

Compraba libros y libros, para la playa y para pasar el invierno. Libros leídos y manoseados, algunos subrayados y con notas, otros todavia por estrenar pero ya con el olor y el color que les da el tiempo. Yo tendría catorce o quince años y buscaba sobre todo textos de autores que Senda me había descubierto. Los que seais de mi generación, los que nacisteis en los 70, quizá recordeis todavia esos libros marrones que recogían fragmentos de grandes autores. Para mi fueron de verdad una senda, un camino para descubrir obras mayores.

El caso es que hace apenas diez minutos mi padre me ha llamado entusiasmado desde ahí. ""Estoy en la librería! Aún existe! Aun venden libros de viejo!!!  Dime lo que quieres, que lo busco y te lo llevo!!!" Y os parecerá una chorrada, pero me he llevado un alegrón y he pedido, claro que he pedido libros, lo primero que me ha venido a la cabeza. Y el señor de la librería ha debido pensar que somos una familia de chiflados por volver, tantos años después y a tantos kilómetros para ver si la tienda, si los libros, aún estaban donde la dejamos.

El caso es que están. Y me ha apetecido contarlo aquí. Para que dentro de algún tiempo, cuando este momento se me haya olvidado, lo lea y lo recuerde.

Y si, somos una familia de chiflados.

Pd. Además de los libros, me traera fotos de la tienda. La que ilustre este post, la colgaré entonces.

lunes, 25 de octubre de 2010

CABALLO VIEJO


El primer culebrón que yo seguí en mi vida fue "Caballo viejo", una telenovela de Caracol Televisión con Carlos Muñoz y Silvia de Dios que contaba la historia de Epifanio del Cristo, un anciano terrateriente colombiano que se enamora perdidamente de su sobrina, Nora Márquez, hermosa y jovencísima.
Mecanismos absurdos los de la memoria, me ha venido a la cabeza al pensar en cómo nos enamorábamos a los veinte y como lo hacemos ahora, rozando los cuarenta. O mejor dicho, como afrontábamos una historia entonces y como lo hacemos ahora.

Miro alrededor y me rodean nuevas historias. Parejas de segunda o incluso tercera vuelta que se crean cumplidísimos los treinta o los cuarenta después del fracaso de lo que parecía iba a ser una relación para siempre. La mía mismo con FHMP, que dentro de nada cumple tres años, que llegó cuando menos lo esperaba  y que todavía hoy me sigue asombrando. El caso es que miro alrededor y me da la sensación de que en esto, no hay velocidades medias. O la historia avanza a toda velocidad o bien marcha lenta, lenta, lenta...

Quiero creer que en el caso de las primeras, la velocidad la da la experiencia, que uno llega a una edad en la que ni siquiera necesita besar al sapo para saber que por mucho que una lo desee no va a convertirse en un príncipe. Asi que, por si acaso, cuanto antes lo besemos y salgamos del trance, mejor. Y si resulta que es un príncipe o una princesa, mejor atarlo cuanto antes. Y si nos ahorramos un alquiler, una factura del gas, el agua y la comunidad, pues muchísimo mejor. Además, claro está, que cuando uno se acostumbra a dormir calentito pegado a la espalda de alguien, cuesta mucho volver a usar pijamas en una cama tan grande y tan fría.

En el otro caso, me da por pensar que quizá se trata del efecto "gato escaldado", de aquellos que han salido de una historia tan truculenta, dolorosa o frustrante, que duda a la hora de meterse en otra, aunque la nueva parezca perfecta. Luego están, claro, los eternos adolescentes, que cumplen los 55 pensando que aún tienen 24 y dispuestos a apurar sus días como si así fuera... Supongo que muchos divorciados pasan por esa fase tan reconocible en según que sitios y a según que horas.

Sin embargo lo más alucinante de todo esto es como juega el amor con nosotros, como si alguien desde arriba manejara los hilos solo para reirse de nosotros, para entretenerse con unos pobre muñequitos que de cualquier chorrada hacen un mundo cuando se trata de sentimientos. Y así, puedes ir por la vida sin encontrar a nadie que merezca la pena mientras a tu lado, quien menos esperas, cuando menos esperas, encuentra el amor de su vida. Y de todo esto, a mi, lo que de verdad me gusta, es que esas cosas pasan, que cada dos por tres, la gente se enamora. A los 20, a los 45, a los 70. Y la sensación es casi siempre la misma. Inigualable.

PASAN COSAS

Y no hay dos sin tres, que ya lo dice el refrán y tiene más razón que un santo. Después del último post yo contaba por irme de puente y en realidad, me pasé la semana currando. Daba por hecho que la Universidad no iba a contar conmigo y la semana pasada me estrené con mi primera clase. Después de mes y medio de espera, llegaron por fin los zapatos comprados por internet y comprobé que los zapatos caros son mágicos (o a ver si no como puedes andar sobre un tacón de casi ocho centímetros como si fueras de plano). Estuvimos de vendimia y me costó casi una semana recuperarme de las agujetas y ayer descubri que yo, que siempre he aborrecido a los gatos, me iba preocupada por los gatetes que viven en la leñera de casa de mis padres ahora que ellos emprenden la gira de viajes de jubilados en busca del sol y el buen tiempo.

Pero lo mejor de todo es que mi mejor amiga está enamorada. A lo bestia. Como todo el mundo debería enamorarse al menos una vez en la vida. Sin comer, sin dormir, suspirando como una tarada y babeando todo el día. Que gusto verla así...

jueves, 7 de octubre de 2010

EXCESO DE CARGA


Antes de que el AVE exisitiera, un viaje de trabajo a Madrid implicaba necesariamente una noche para ver a los amigos, cenar en algún sitio de moda e incluso, ir al teatro. Ahora, se sale en el tren de las 7.20 para llegar a las 9.00, se va todo el día de culo y se vuelve a las 20.40 para aterrizar en casa pasadas las diez, con los zapatos en la mano y  hecha un trapo. Cada viaje, el tren acorta un par de minutos el recorrido y la comida es un poco peor. Eso no cambia. Tampoco cambia el encontrar un montón de gente conocida a la ida y el mismo grupo, a la vuelta.

A pesar de todo siempre que voy por Madrid intento dejarme libre la hora de la comida y quedar con una de mis mejores amigas, una mujer fantástica con la que compartí piso cuando teníamos veintitantos años  y éramos capaces de ir a clase los viernes a pesar de haber cerrado los bares la noche anterior. Ahora, tenemos algunos años más y comemos una ensalada con un botellín de agua en cualquier sitio en la hora escasa que le deja libre su trabajo.A pesar de todo, esa hora nos sirve para ponernos al día de nuestras vidas respectivas, de lo que ha pasado y de lo que ha de pasar.

Ayer me contaba que su empresa le debe tres extras, que se habla ya de un ERE y que ante la tesitura, ha empezado ya a moverse para ver como anda el mercado. Y resulta que el mercado anda poco, pero ella aún anda menos. Sufre lo que llaman "exceso de curriculum", un lastre de másters, postgrados y cargos en empresas de cierta relevancia que le hace prácticamente incolocable en el mercado actual. Está demasiado preparada. Es demasiado cara. En una de las entrevistas, un experto "caza talentos" llegó a recomentarle que preparara un "Curriculum B" más ligero de contenidos.

"Nos han tomado el pelo", me decía ayer, "nos hicieron creer que teníamos que dejarnos las piel para ser las mejores, ser independientes económicamente, tener una carrera brillante... Hemos pasado 20 años peleando como leonas, creendo que la vida era ésto, que lo único que importaba era subir y subir... y ahora nos dejan en la cuneta por haber subido demasiado".

Y me temo que tiene razón.

lunes, 4 de octubre de 2010

POR BOCAZAS

Por bocazas, por meterme con los oculistas, ahora resulta que tengo conjuntivitis y un orzuelo. Siete días de antibióticos, quince sin lentillas, nada de rimmel ni maquillaje a un par de dedos alrededor de los ojos, las gafas nuevas que no llegarán hasta el viernes y un par de viajes y varios saraos pendientes en lo que queda de semana.  Y el puente del Pilar a la vuelta de la esquina. Cojonudo.

Por bocazas.

El que diga que el vudú no existe que venga por aquí a verme los ojos....

Pd. No metais "orzuelo" en la búsqueda de imágenes de Google. Dios!!!   Que fotos más asquerosas...

domingo, 3 de octubre de 2010

AHORA SI. POLVO, VIENTO, NIEBLA Y SOL


Ahora que ya ha pasado todo el barullo de homenajes, recuerdos y panegíricos, ahora que en los periódicos ya no salen fotos suyas y antes de que las editoriales y discográficas lancen las grandes ofensivas de su obra por navidad, es cuando de verdad, me apetece hablar de Labordeta.

Conocí su música mucho antes que a la persona, antes incluso que al personaje. Supongo que como muchos otros emigrantes académicos que hasta que no dejan la tierra no valoran esas raices culturales y sentimentales, empecé a machachar sus discos mientras estudiaba en Salamanca. Estaba sola a casi mil kilómetros de casa, rodeada de gallegos, leoneses y vascos que hacían peña entre ellos por aquello de la tierra y había dejado atrás a todos los amigos que optaron por universidades más cercanas. Los gallegos tenían a Siniestro Total. Yo tenía a Labordeta.

En la Facultad llamaban a las barricadas ideológicas, acababan de matar a Ellacuría en el Salvador y la Teología de la Liberación se respiraba en el claustro de la Clerecía, así que necesariamente terminé enganchada a Trilce, al de Vallejo y al de Labordeta. Me gustaban esa voz áspera y aquellas letras desesperanzadas que me devolvían un poco a casa.

En aquella época leí "El señor de Bembibre" y me aprendí el "Himno a León" y hacer filloas y botillo (lo que tiene compartir piso con leoneses, gallegos y asturianos) y supongo que a alguno de ellos, les quedaría algo de Labordeta. "Banderas rotas" ha sido desde entonces una de mis canciones favoritas y si me hubiera molestado en aprender como se suben vídeos igual os lo podría poner aquí ahora.

 http://www.youtube.com/watch?v=kR31P21HDMM
 
El caso es que después me fui a vivir a Madrid y luego a Barcelona, de nuevo volví a Madrid y cuando por fin regresé a casa fue cuando conocí a la persona. Hace unos días Jolube me mandó una foto que ni siquiera recordaba. Aparecemos un grupo pequeño de amigos con el abuelo tras una cena en Villanúa en la que, entre otras cosas, recuerdo que nos conto un montón de anécdotas sobre el Congreso de los Diputados en el que él ocupaba un escaño por CHA.  Jolube se acordará seguro del frío que hacía aquella noche o de esa otra vez que desapareció en aquel concierto para recaudar fondos para la causa en el que debía cantar y cuando por fin dio señales de vida nos contó tan pancho que se había quedado dormido en el vestuario.

Estos últimos cinco años he tenido ocasión de tratarlo más profesionalmente. Me gustó como anunció su enfermedad con absoluta naturalidad en una entrevista en la radio autonómica, como quiso aprovechar el tiempo hasta el último minuto, como siempre fue amable con todo el mundo, hasta el punto que en las últimas semanas, estando ya muy pachucho, concedía entrevistas en su casa, mantenías sus tertulias, tenia tiempo para todos.

Hace ahora justo un año tenía que haber cantado en un concierto de las fiestas del Pilar. Dias antes había leído el pregón y se resfrió. Toño, su representante y sobre todo amigo, estuvo hasta el último minuto esperando que apareciera, sabedor de que para él, aquel concierto era muy importante, posiblemente porque sabía que podría ser el último. No apareció, pero quiso que sonara una grabación suya explicando a los cientos y cientos de personas congregadas en la plaza del Pilar porqué no había podido estar. El aplauso fue impresionante.

Labordeta no era amigo personal mío, pero tuve la suerte de conocerlo y, aunque él no lo supiera, contar con él en momentos muy importantes de mi vida, como cuando era estudiante y me sentía sola tan lejos de casa o cuando peleábamos tan duro por aquello que nos parecía justo y él siempre estuvo ahí. Labordeta nos ha enseñado a amar la tierra por lo que es, a perseverar en lo que creemos y sobre todo a ser consecuentes y ha conseguido que por primera vez, los aragoneses, que somos gente sobria, de pocas emociones, de guardar el dolor y también el amor dentro de casa, hayamos salido en masa a decir que le echaremos de menos. Y le echaremos de menos.

Recuérdame
como un árbol batido
como un pájaro herido
como un hombre sin más

sábado, 2 de octubre de 2010

PUNTOS DE VISTA


Hay semanas y semanas. Cosas raras y cosas que están más allá de la lógica humana común. Y luego están esas cosas que no puedes contar a nadie y que guardas para tus memorias en caso que de algún días las escribas. Yo siempre había pensado que cuando fuera abuelilla escribiría unas memorias estrictamente personales y sentimentales y las legaría a una nieta para que dentro de cien años, al encontrarlas en el fondo de un arcón o en la cámara acorazada de un banco, junto con mi legado de bolsos de Vuitton, pensara "Joder con la abuela, quien iba a pensarlo" y sonriera con complicidad al recordar a aquella anciana con peluca y muy gruñona que sin duda seré algún día.

El caso es que al paso que van las cosas y después de lo que he visto y oído esta semana, estoy empezando a plantearme otro tipo de memorias bien distintas que quizá, algún día, puedan porporcionar un punto de vista distinto a algunos sucesos ocurridos esta semana. Si la ciencia os/nos permite vivir cien años más, quizá podais llegar a leerlos. Pero mientras, yo callada.

La cuestión es que la semana no ha sido solo rara por eso. El miércoles fui al oculista, en pleno centro de la ciudad, con supuesta huelga general y con la consulta a tope. Además de estar muy sana, soy defensora convencida de la sanidad pública e igual hacía más de veinte años que no pisaba una consulta privada. Es gracioso porque las cosas parecen haber cambiado muy poco desde que cuando éramos niños nos llevaban a Pamplona al oculista o al dentista. El mismo piso señorial  un tanto añejo en el centro mismo de la ciudad, las mismas enfermeras de mediana edad, las mamás bien llevando a sus niños con uniforme de colegio pijo al médico, el doctor que duplica y por la mañana trabaja en un hospital y por la tarde en su consulta privada... 

Lo que si ha cambiado es la visita médica. Cuatro tipos de gotas distintas y una docena de aparatos que te miden todo lo medible mientras el doctor se entretiene preguntándote por tu segundo apellido que curiosamente es el mismo que el de su abuelo... Nada de gafas de hierro con tuercas, nada de cristalitos que se ponen y se quitan, nada de con este veo mejor, con este peor. Al final, me he pegado día y medio viendo borroso para al final, echarme atrás de nuevo y decidir que operarme de miopía me da demasiado miedo, que con las lentillas voy estupendamente y que además, hasta el super-oculista con el abuelo que se apellida igual que el mío y que presuntamente, debería operarme,  lleva gafas. 

Total, que para felicitarme por mi buena cabeza y mi prudencia, ayer me regalé gafas nuevas. Las quería rojas y bien llamativas, pero FHMP ejerció de voz de mi conciencia y me estuvo dando la chapa hasta que por fin me decidí por unas de pasta en tonos azules y grises y otras de metal marrón con un toque verde. El, que es un hombre sensato y elegante, defendía unas montadas al aire, pero yo siempre he pensado que ya que llevas gafas, cuanto más se vean, mejor.  Como tantas otras cosas en esta vida, no?