domingo, 3 de octubre de 2010

AHORA SI. POLVO, VIENTO, NIEBLA Y SOL


Ahora que ya ha pasado todo el barullo de homenajes, recuerdos y panegíricos, ahora que en los periódicos ya no salen fotos suyas y antes de que las editoriales y discográficas lancen las grandes ofensivas de su obra por navidad, es cuando de verdad, me apetece hablar de Labordeta.

Conocí su música mucho antes que a la persona, antes incluso que al personaje. Supongo que como muchos otros emigrantes académicos que hasta que no dejan la tierra no valoran esas raices culturales y sentimentales, empecé a machachar sus discos mientras estudiaba en Salamanca. Estaba sola a casi mil kilómetros de casa, rodeada de gallegos, leoneses y vascos que hacían peña entre ellos por aquello de la tierra y había dejado atrás a todos los amigos que optaron por universidades más cercanas. Los gallegos tenían a Siniestro Total. Yo tenía a Labordeta.

En la Facultad llamaban a las barricadas ideológicas, acababan de matar a Ellacuría en el Salvador y la Teología de la Liberación se respiraba en el claustro de la Clerecía, así que necesariamente terminé enganchada a Trilce, al de Vallejo y al de Labordeta. Me gustaban esa voz áspera y aquellas letras desesperanzadas que me devolvían un poco a casa.

En aquella época leí "El señor de Bembibre" y me aprendí el "Himno a León" y hacer filloas y botillo (lo que tiene compartir piso con leoneses, gallegos y asturianos) y supongo que a alguno de ellos, les quedaría algo de Labordeta. "Banderas rotas" ha sido desde entonces una de mis canciones favoritas y si me hubiera molestado en aprender como se suben vídeos igual os lo podría poner aquí ahora.

 http://www.youtube.com/watch?v=kR31P21HDMM
 
El caso es que después me fui a vivir a Madrid y luego a Barcelona, de nuevo volví a Madrid y cuando por fin regresé a casa fue cuando conocí a la persona. Hace unos días Jolube me mandó una foto que ni siquiera recordaba. Aparecemos un grupo pequeño de amigos con el abuelo tras una cena en Villanúa en la que, entre otras cosas, recuerdo que nos conto un montón de anécdotas sobre el Congreso de los Diputados en el que él ocupaba un escaño por CHA.  Jolube se acordará seguro del frío que hacía aquella noche o de esa otra vez que desapareció en aquel concierto para recaudar fondos para la causa en el que debía cantar y cuando por fin dio señales de vida nos contó tan pancho que se había quedado dormido en el vestuario.

Estos últimos cinco años he tenido ocasión de tratarlo más profesionalmente. Me gustó como anunció su enfermedad con absoluta naturalidad en una entrevista en la radio autonómica, como quiso aprovechar el tiempo hasta el último minuto, como siempre fue amable con todo el mundo, hasta el punto que en las últimas semanas, estando ya muy pachucho, concedía entrevistas en su casa, mantenías sus tertulias, tenia tiempo para todos.

Hace ahora justo un año tenía que haber cantado en un concierto de las fiestas del Pilar. Dias antes había leído el pregón y se resfrió. Toño, su representante y sobre todo amigo, estuvo hasta el último minuto esperando que apareciera, sabedor de que para él, aquel concierto era muy importante, posiblemente porque sabía que podría ser el último. No apareció, pero quiso que sonara una grabación suya explicando a los cientos y cientos de personas congregadas en la plaza del Pilar porqué no había podido estar. El aplauso fue impresionante.

Labordeta no era amigo personal mío, pero tuve la suerte de conocerlo y, aunque él no lo supiera, contar con él en momentos muy importantes de mi vida, como cuando era estudiante y me sentía sola tan lejos de casa o cuando peleábamos tan duro por aquello que nos parecía justo y él siempre estuvo ahí. Labordeta nos ha enseñado a amar la tierra por lo que es, a perseverar en lo que creemos y sobre todo a ser consecuentes y ha conseguido que por primera vez, los aragoneses, que somos gente sobria, de pocas emociones, de guardar el dolor y también el amor dentro de casa, hayamos salido en masa a decir que le echaremos de menos. Y le echaremos de menos.

Recuérdame
como un árbol batido
como un pájaro herido
como un hombre sin más

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