Me invitan a un seminario sobre competencias académicas, organizado en colaboración con una universidad mexicana y al salir, me cuentan los profesores que venir a España unos días, poder tomarse un café en una terraza o incluso cenar en un restaurante sin temor a que una bala se cruce en tu camino es algo que casi habían olvidado. Me cuentan también que hay alumnos que un día sin más, dejan de venir a clase porque han tenido la mala suerte de cruzarse con una banda de narcos y sus pistolas, o que hay chicas con carreras universitarias brillantes que lo dejan todo cuando uno de estos narcos les promete un cuerpo nuevo y una mansión a cambio de una entrega absoluta.
Hablan de una cultura nueva, que desprecia la vida de los demás y apura la propia al máximo porque quizá no haya un mañana. Una cultura de dinero y sexo donde el esfuerzo o el trabajo ya no tienen sitio. Los chicos se venden por el prestigio de sumarse a un cártel, por el dinero, por el poder que da manejar un arma y las chicas por emular a las protagonistas de los culebrones que consumen masivamente en televisión.
Lo peor, nos dicen, es que no creen que haya salida. La corrupción alcanza todos los niveles, todo el país. La gente empieza a pensar que eso es “lo normal”, porque es lo que viven a diario, lo que reflejan los medios de comunicación, como noticia pero también en las series y programas de ficción.
Al terminar el seminario, les preguntamos que quieren hacer, que quieren ver. Solo nos piden una cosa. Disfrutar del placer de pasear por la calle sin miedo.
1 comentario:
Nos quedan por solucionar las listas de espera, el drama del paro, los cuatro cejijuntos del norte que aún juegan con pistolitas pa ver si se hacen famosos en su aldea, y los diversos Camps, Pinillas, Borbones y Cachulis.
Pero por lo demás, sigo pensando que somos unos auténticos privilegiados los que vivimos por aquí.
Noempujeseñoraqueyabajo.
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