Era solo una de las quince personas que esa tarde de invierno me encontré en el aula. Hombres, mujeres, algunos muy jóvenes y otros ancianos. Algunos perfectamente lúcidos y otros, dos más, vegetando en la silla con la mirada ausente, sumegidos en una depresión profunda o tumbados por la medicación. Pase con ellos tres horas hablando de comunicación, respondiendo preguntas y debatiendo sobre programas y periodistas. Me pidieron que volviera otro día y los invité a que vinieran ellos a verme al trabajo. Al día siguiente, cuatro de ellos, ya estaban aquí.
Dicen que los enfermos mentales se enfrentan al estigma social que nace del desconocimiento. Puede ser. Yo creo además que a los que vemos ese mundo desde fuera, nos puede el miedo. Y nos puede porque una enfermedad mental es algo intangible, que de repente ataca a nuestro disco duro, algo que no duele como una enfermedad física, que no se opera, que no se ve como una herida, algo desconocido, dañino, que ataca nuestra cabeza sin que se sepa muy bien por qué.
Esta mañana me decían que el curso que viene cuentan otra vez conmigo. Iré, claro. Y volveré a salir con esa sensación de angustia y dolor al ver esas vidas jodidas por enfermedades de las que sabemos tan poco aún.
1 comentario:
Si no has visto la pelicula "Una mente maravillosa" corre a verla, te gustara.
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