
Fue el jueves, al salir de trabajar y coger el coche para volver a casa. Encendí la radio y ahí estaba, La Tronada de la Ronda de Boltaña. El ataque de nostalgia, hizo que me temblaran las piernas y de golpe y porrazo en encontré de nuevo en otro tiempo y otro lugar, tan intenso como felíz.
Me ocurre también con los olores. Como no suelo usar perfumes, continuamente voy cambiando cremas, champús y geles y guardo un poquito en el fondo del bote para que al recuperarlos, meses después, el olor me lleve al tiempo en que eran cotidianos.
También escondo notas, etiquetas de ropa, entradas de cines y conciertos o billetes de avión y tren en los libros, para que al ojearlos de nuevo me lleven al lugar y circunstancias en que los leí por primera vez.
Es como viajar al pasado, sin máquina del tiempo. Lo malo, claro, es que viajas sola y para la Tronada como para muchas cosas en esta vida necesitas rodearte de buena gente.
Pues ya estamos de vuelta. Tras tres semanas de auténticas vacaciones volvemos a casa y al curro. Lo malo es que el tiempo y la ciudad no han debido enterarse, porque tenemos 40º a la sombra y las calles siguen vacías como el 15 de agosto. Es raro. Se supone que hay una crisis tremenda, que la gente no puede salir de vacaciones y sin embargo, las persianas de la mayoría de los pisos están cerradas y en las calles hay menos coches que en los años 60.
