domingo, 16 de octubre de 2011

LLEGAR A PUERTO


Lo bueno que tiene tener un pasado es que uno/a algunas cosas aprende. Yo, por ejemplo, lo se casi todo de Start Wars y sobre licitación de obra pública y día a día me hago un máster en derecho mercantil y fiscal que digo yo que para algo me servirá en esta vida. Todo ello gracias a mis dos queridísimos ex y al actual hombre de mi vida, que espero lo sea para siempre.

Llegados a este punto, los que me conocen bien, habrán dado un salto en la silla. "Espero lo sea para siempre". Pues si. Es lo que hay. Y es que hace apenas diez o doce días, de vuelta de un fin de semana dedicados a la vendimia en la viña de mi señor padre, me sorprendí diciendolé a mi queridísimo que cuando nos jubiláramos, nos iríamos a vivir ahí y nos dedicaríamos a la agricultura creativa. El, que es un sol, dijo "vale".

Y puede parecer una chorrada, pero es la primera vez que me pasa. La primera vez en mi vida que pienso donde y con quien estaré dentro de 40 años y no me entran sudores fríos. También es cierto que la situación, estos dos últimos meses es un poco rara y no soy la de siempre.

La cuestión es que desde la vuelta de vacaciones, la vida laboral se me ha complicado muchísimo tanto en mi trabajo como en la universidad.  He asumido nuevas responsabilidades que me mantienen en un estado de tensión permanente, que, aunque me joda reconocerlo, me está empezando a pasar factura física. Siempre alerta, siempre corriendo, siempre con sueño y siempre cansada. De ahí también que lleve casi un mes sin tiempo para actualizar este blog.

No me quejo. Estoy donde estoy porque yo solita y conscientemente me he metido en el charco. A pesar del esfuerzo añadido, me gusta lo que hago, me gusta trabajar bajo presión y me gusta la sensación física de meterme en la cama por la noche y sentir como el cuerpo se desmadeja y cada músculo busca su propio sitio para relajarse y descansar. Me recuerda a aquella sensación, al volver a casa después de una noche de juerga, en invierno, helada de frío y con los pies destrozados por los tacones, cuando llegabas a casa y seguías paso a paso el ritual de limpiarte la cara y cepillarte los dientes, retrasando conscientemente el momento de placer intenso de meterte en la cama tan limpia y calentita.

Lo bueno, es que ahora además, cuando llego a casa muerta, él me está esperando. Y me escucha y me arropa y me consuela. Me quiere, me cuida y sobre todo me apoya en esta fase demencial que gracias a Dios tiene fecha de caducidad. Sin dudar ni un momento, sin condiciones ni reproches. El está ahí.  Y lo mejor de todo es que en su pasado, hay una exnovia  fisioterapeuta que le enseñó a dar masajes en la espalda. Con estas prestaciones, ¿como no voy a querer que sea para siempre el hombre de mi vida?


PD.  Como la vida es tan puñetera, doy por hecho que en algún momento tendré que tragarme esta entrada. Espero que sea con buen humor y que no me duela demasiado, pero en cualquier caso, esta sensación tan rara y que nunca había sentido de haber llegado a puerto, ya no me la va a quitar nadie.