martes, 26 de julio de 2011

INSTITUTO MARIANO DE PENSILVANIA



Los periodistas tenemos una serie de chistes, comunes en toda la profesión, sobre las encuestas absurdas con las que, por otra parte, llenamos programas y páginas cuando llega el verano. Las favoritas, además de las electorales, claro, las relacionadas con la cerveza y el sexo. De estas últimas es la que publica el Instituto Kinsey de Investigación en Sexo, Género y Reproducción de la Universidad de Indiana (EEUU), que debe ser algo así como el Instituto Mariano de Pensilvania que es el que sale en los chistes.

El caso es que según este presunto estudio realizado entre más de mil parejas con 25 años de vida en común y de varios países, pasados los 50, ellas quieren sexo salvaje y ellos, mimos. Si, mimos. Abrazos, caricias, masajes... y poco meneo. O sea, la imagen habitual de la señora aburrida de su marido y el marido buscando fuera a la treinteañera, a hacer puñetas. A no ser, claro está, que la encuesta se haya ceñido estrictamente al hogar conyugal y el marido quiera mimos porque el sexo lo tenga fuera y la mujer quiera sexo precisamente porque es lo que le falta. ¿Que es una interpretación muy retorcida? Pues igual. ¿Que todo el mundo miente en las encuestas? Pues seguro. ¿Que esto suena un poco raro? Sin duda.

Mi madre se caso a los 23 y nueve meses después, nací yo. Mi padre fue su único novio y aunque nunca se lo he preguntado, supongo que se casó virgen. El dia de su boda mi padre tenía 25 años y unos cuantos noviazgos de prueba en su curriculum sentimental. Cuenta que un día vio pasar a mi madre por la calle y simplemente, supo que era ella. La mujer de su vida. 40 años después, siguen juntos, se quieren, se necesitan y parecen muy felices.

Si a los 23 años me dicen que tenía que casarme y para toda la vida. habría echado a correr. Hoy, a los 40, sigo pensado lo mismo. A los 23, recién salida de la universidad, buscaba pasarlo bien sin demasiados compromisos. A los 33 quería que él me quisiera para siempre. A los 40 no se muy bien lo que quiero. O sí. Se que lo que quiero ahora no será lo que quiera a los 50 ni a los 60 ni, por supuesto, a los 80.

La generación de mi abuela fue educada para aguantar. La de mi madre para resistir sin despeinarse todos los cambios que les venían encima. Y la mía, empiezo a temerme, es la que va a descubrir que tener tantas opciones, no siempre es bueno.

REGALO DE CUMPLEAÑOS



Mi ex, que es un sol, me regala por mi cumpleaños, que fue en febrero, una antología con 60 títulos clave del cine cubano. El regalo me encanta y sobre todo, me emociona muchísimo, no solo porque le haya costado casi un año conseguirlo, sino porque nadie, excepto él, podría pensar en un regalo así. 

Lo de los regalos es complicado y a mí últimamente me está pasando una cosa rara. No se me ocurre nada para mi queridísimo y sin embargo, continuamente voy encontrando ideas estupendas para mis dos ex. Tal vez sea que la perspectiva del tiempo te da una visión distinta, más amplia o más certera, de los gustos de alguien. De hecho, al preguntarle cómo se le había ocurrido algo así, me contesta que simplemente un día recordó los atracones de cine cubano que me daba en la Casa de América mientras preparaba mi tesis y pensó que recuperar todas esas películas me gustaría. Tan fácil. Tan complicado.

El problema de los regalos es que tenemos demasiadas cosas. Y lo que no tenemos, lo compramos.  Por eso me gustan tanto estos regalos de tiempo y esfuerzo, de alguien que te conoce bien y se molesta en buscar algo que te hará felíz. Porque esa es la idea de los regalos, no? Hacer a alguien felíz.

miércoles, 20 de julio de 2011

CORBATAS




Me gustan los hombre con corbata. Algunos, claro. Y sin corbata también. Lo mismo, algunos. Y sobre todo me gusta quitarle la corbata, al que también me gusta sin ella. Pero me parece que el señor Bono se ha pasado hoy de frenada con la bronca que le ha caído al ministro Sebastián (un señor bien elegante), por ir sin corbata al Congreso. Lo veía justo cuando uno de nuestros "presentadores estrella" se me plantaba en el despacho con camisa playera, bermudas y chanclas (por si alguien no lo sabe, ahora vivo en Zaragoza). Casi me da un infarto. De la gran secada, a la gran remojada. ¿De verdad es tan difícil?

Siempre ha pensado que para un hombre ir bien vestido es facilísimo. Y la prueba la tengo en casa. Un par de buenos trajes, algos chinos y vaqueros normales, camisas clásicas, polos lisos para el verano y dos o tres chaquetas todo terreno. No hay más. La cuestión además es que esto era así hasta que llegaron Bisbal, Bustamante y los futbolistas estrella, capaces, entre todos, de convertir a un buen número de hombres españoles en una desgracia andante. Los pantalones campana, los tobilleros, las chanclas, las camisas estampadas, los logos, las camisetas de tirantes... 

Y si, es cierto, cada uno se puede poner lo que le salga de moño. Sin duda alguna. Pero cada vez que veo a Cristiano Ronaldo rebozado de brillos y logos con esa ropa dos tallas pequeña, tiemblo porque se que a los dos meses, la camisita de marras, estará en la calle. Y lo peor es que esto no parece una moda pasajera, como fueron los calentadores en los ochenta. Que va, los logos son cada vez más gordos, los tobilleros, deben regalarlos y las chanclas, tan cómodas una vez que las prueban, un camino sin retorno.

Que si, que lo se, que cada uno puede ponerse lo que quiera. Pero yo, cabezona que soy, vuelvo a lo mío. Ni corbatas obligatorias en agosto ni venir a trabajar con chanclas a no ser que lo hagas en un chiringuito.

jueves, 14 de julio de 2011

GULA


Me llama un amigo para decirme que esa "libertad" del último post ha sonado pelín teatrera. "Tú, que haces lo que te da la gana", me dice. Y tiene razón, claro. Bueno, si pero no. Al fin y al cabo tengamos lo que tengamos, siempre queremos más, no?

De hecho, yo creo que el pecado capital que me llevaría al infierno sería sin duda, la gula. De chocolate, claro, pero también de otras cosas. De tiempo, de caricias, de libros, de otoños, de viajes. Puedo darme un atracón y nunca tengo suficiente. Y así, podría morir de exceso de tiempo (¿aburrimiento o agotamiento?), de caricias que te sacan del mundo, de libros que te aruinan o de viajes que te llevan siempre un poco más allás. Y es curioso, porque creo que los golosos, al contrario que los avariciosos, somos poco previsores. ¿Se puede guardar tiempo, felicidad o amor? Igual si. Yo alguna vez lo he intentado y no ha salido bien, así que me dejo arrastrar al festín cada vez que se presenta.

¿Iré al infierno? Seguro. Pero como bien dice mi amiga Pilar, ahí nos encontraremos todos. Y lo pasaremos de miedo. Tanto, tanto, que igual hay que inventar un infierno nuevo para los golosos en el que se nos condene a no disfrutar nunca de nada, a no esperar nunca más.

PD. Foto. Iglesia del Santo Sepulcro en Estella (Navarra). Lleva 50 años cerrada, pero solo la portada, merece que busqueis un foto en internet. Ya me direis si os gusta....

miércoles, 13 de julio de 2011

SI YO FUERA...



Si yo tuviera mucha, pero mucha pasta (por ejemplo, si jugara esta tarde y me tocara el euromillón), me haría construir un claustro. Elegiría capiteles y columnas de aquí y de ahí y pediría a un maestro cantero que me los copiara exactos en mi claustro particular. Pondría una copia de la columna de San Andrés del Arroyo en una esquina y unos cuantos capiteles de Elne, de San Juan de la Peña, Moissac y de San Miquel de Cuixá. Como quiero hacerlo bien, elegirlos me llevaría al menos diez años de viajes tranquilos, en distintas épocas del año para contrastar bien la luz y cada otoño volvería siempre a comprobar la marcha de las obras y a pasear despacio entre las luces y las sombras. Como mi claustro es mío y con él hago lo que me da la gana, invertiría otros diez años en una copia de la portada de Conques, aunque destrás de la puerta, en realidad no hubiera nada.

Si yo fuera rica viajaría continuamente, por el placer de viajar y por el placer, aun mayor, de desear volver a casa y poder hacerlo.

Si yo fuera rica tendría sobre todo tiempo y libertad.


Foto: Claustro de San Martín de Canigó. Rosellón (Francia)

miércoles, 6 de julio de 2011

SUPERMERCADO DE AMOR Y SEXO



El escándalo viene de Europa en forma de páginas web de contactos para personas casadas. Mmmmmmm... ¿Estamos idiotas o que? No se si me hacen más gracia los que se escandalizan porque haya casados/as que buscan rollo extraconyugal en internet o que muchos de estos (y son muchos a juzgar por las cifras que se manejan), estén dispuestos a pagar por algo que es gratis en la red.

Tengo un amigo que dice que lo dificil ahora es no follar (que fea es esta palabra, pero ya me direis cual empleo ¿hacer el amor? ¿fornicar? ¿intercambiar fluidos?... ) y empiezo a pensar que tiene razón. El sexo nos rodea, está en todas partes y nunca como ahora había sido tan fácil encontrar compañía de cama.  El mismo amigo decía hace algunos años, cuando salío del armario, que lo bueno de los bares gays es que son como supermercados, que sabes que todo el producto esta a la venta y solo tienes que escoger. El fue probando hasta que encontró lo que le gustaba. Y ahora, es fiel y felíz. O eso me cuenta.

Pero cuentos de hadas aparte, si es verdad que el  mundo de las relaciones personales es, cada vez más, un mercado. Hoy puedes elegir lo que quieras: amor para toda la vida (eso sí, sin garantías), rollos de una noche, rollos con casados sin complicaciones, citas múltiples, colegas para ir al cine... El comercio de sentimientos crece en internet y de la red, salta a la cama. Y así, al igual que rastreamos los outlets en busca de los zapatos perfectos y al mejor precio, hay quien se convierte en experto buscador de compañia y prueba, sistemáticamente, una opción tras otra, hasta que da con quien le conviene. Como en un supermercado. Y como en el Corte Inglés, si algo no te gusta te devuelven el dinero... o simplemente lo borras de Facebook.

Supongo que dentro de unos años habrá algún sociólogo que publicará un bestseller sobre la materialización de las relaciones. Yo aún no tengo claro si esto es bueno o malo, o mejor dicho, si la parte buena de ser tú mismo quien gestione tus tiempos, compañias y grados de compromiso compensa la parte menos buena de "mercantilización" de las personas y sentimientos.

¿Teneis opinión sobre el tema? Es, en cualquier caso, un buen punto de partida para reflexionar.

martes, 5 de julio de 2011

VOCES


Tendrá unos cincuenta años. Alto, muy alto, canoso, educado y encantador. Era catedrático en la facultad de ciencias en una Universidad, hasta que un día, empezó a escuchar voces. Lo conocí hace algunos meses, en una clase de formación en un proyecto de integración laboral para personas con enfermedades mentales. Esta mañana me han invitado a la entrega de diplomas de fin de curso y no estaba. Pasa unos días ingresado en un centro. Las voces habían vuelto a gritar de nuevo.

Era solo una de las quince personas que esa tarde de invierno me encontré en el aula. Hombres, mujeres, algunos muy jóvenes y otros ancianos. Algunos perfectamente lúcidos y otros, dos más, vegetando en la silla con la mirada ausente, sumegidos en una depresión profunda o tumbados por la medicación. Pase con ellos tres horas hablando de comunicación, respondiendo preguntas y debatiendo sobre programas y periodistas. Me pidieron que volviera otro día y los invité a que vinieran ellos a verme al trabajo. Al día siguiente, cuatro de ellos, ya estaban aquí.

Dicen que los enfermos mentales se enfrentan al estigma social que nace del desconocimiento. Puede ser. Yo creo además que a los que vemos ese mundo desde fuera, nos puede el miedo. Y nos puede porque una enfermedad mental es algo intangible, que de repente ataca a nuestro disco duro, algo que no duele como una enfermedad física, que no se opera, que no se ve como una herida, algo desconocido, dañino, que ataca nuestra cabeza sin que se sepa muy bien por qué.

Esta mañana me decían que el curso que viene cuentan otra vez conmigo. Iré, claro. Y volveré a salir con esa sensación de angustia y dolor al ver esas vidas jodidas por enfermedades de las que sabemos tan poco aún.