miércoles, 16 de febrero de 2011



Bueno, pues llegó el momento. Aunque es cierto que llevo un par de años cumpliendo 37, la verdad, la auténtica verdad es que hoy me caen 40. Cuarenta. Así de redondos. Uno encima de otro. Cuarenta. Y llevo toda la mañana en el trabajo y al teléfono dándo explicaciones sobre mis sensaciones. Lo resumiré:


ME CAEN 40 Y ME CAEN GENIAL!!!!

No estoy deprimida, no estoy agobiada, no me siento cuarentona.

Al contrario, los 40 me pillan enamorada, rodeada de buenos amigos, con la familia bien, en un momento profesional excelente, con nuevos retos y proyectos personales y profesionales...

No tengo la sensación de ser una señora, o en cualquier caso, la sensación que tengo es de ser una señora estupenda y con 50 años más por delante para seguir haciendo cosas interesantes.

Lo dicho, HOY ME CAEN 40 y me pillan en uno de los mejores momentos de mi vida! .... A ver si hay suerte y me dura 40 años más.

lunes, 14 de febrero de 2011

FLORES PORQUE SÍ.

- Dime algo bonito.
- Terciopelo...

Cuando mi amiga P. lo lea, seguro que sabe de lo que estoy hablando. Terciopelo... ¡Tu padre!
Que levante la mano aquella que a lo largo de su vida no haya conocido al presunto hombre perfecto y no haya estado en ocasiones tentada de ahogarlo ante su absoluta falta de romanticismo. Terciopelo...

Dice mi queridísimo que hay hombres que hablan y otros que actúan y posiblemente no le falte razón. Yo lo que creo es que en algún lugar del mundo tiene que haber un término medio, un tipo que sea capaz de actuar pero que al mismo tiempo pueda decir algo romántico sin venir a cuento.

Mi experiencia me dice que cuando un hombre hace algo inesperado (mandarte flores, hacerte un regalo porque sí...) es porque ha metido la pata hasta el fondo o porque está a punto de meterla. También es cierto que mi escepticismo en este punto me ha llevado a tres cagadas garrafales... La primera fue hace años, cuando un ligue en la universidad me mandó porque sí un ramo enorme de rosas. Sin tarjeta. El hombre daba por hecho que yo sabría que era suyo. Yo me pegué una semana pensando quien narices podría haberme mandado ese ramo mientras su cabreo crecía día a día hasta que finalmente explotó. Que se le pasara el cabreo me costó  casi dos años de noviazgo, justo hasta que terminé la carrera.

Años después, el entonces amor de mi vida me mandó, tras un viaje muy romántico y una despedida chunga, un ramo de girasoles amarillos con una tarjeta en la que, con un guiño a mi incredulidad sobre nuestro futuro como pareja, firmaba como "Santo Tomás". El chico del Corte Inglés que escribió la tarjeta no debía haber sido monaguillo en el colegio y entendió "Santi Tomás"...  Juro que hasta busqué en google si había alguien llamado así al que pudiera haber conocido en algún momento de mi vida. Segunda cagada, segundo cabreo.

La tercera no fueron flores sino bombones. Godiva, para ser exactos. De nuevo sin tarjeta y esta vez de mi ex y para mi cumpleaños. Los bombones estupendos. Y yo, una desagradecida... tanto, tanto, que no ha vuelto a mandarme más...

La cuestión es que hace unos días recibí en el despacho este paquete


Y lo juro, juro que por un momento llegué a pensar que los genes sorianos de mi queridísimo se habían despistado y había sido capaz de mandarme una sorpresa porque si!!! 
Pero no. Era una campaña de marketing de naranjas sicilianas....


Las naranjas, eso si, impresionantes. Y con el delantal, espero que un día de estos me organice un numerito en la cocina de casa...

domingo, 13 de febrero de 2011

LA MISMA PELICULA


Los amigos, esos que me quieren de verdad y siguen fielmente mi vida a a través del blog en esas épocas tontas en que nos vemos menos de lo que a cualquiera le gustaría, me reprochan que últimamente escribo poco. Es cierto. Por una parte, mi vida sigue tranquila y felíz gracias a mi queridísimo (aún me sorprende que no haya salido corriendo ya) y a las alegrías que me sigue dando mi aventura en la universidad. Por otra y respecto a lo que veo alrededor, a idas y venidas, relaciones que empiezan o acaban, historias jodidas o fantásticas, me sobran cosas que contar, pero tengo la sensación de repetirme continuamente, como si al fin y al cabo hubiera media docena de patrones en las relaciones personales y de una manera u otra, todos termináramos pasando por el mismo aro.

Uno de los más llamativos es el síndrome de la camisa amarilla o ese efecto que suelen sufrir los hombres entre los cuarenta y los cincuenta, que empieza con una preocupación repentina por su físico y termina con un rollo con otra que no es su mujer. Lo que de verdad me alucina de este asunto es que todavía hay mujeres encantadas de la vida cuando de repente sus parejas, que no pisan un gimnasio desde que terminaron la mili o no se han molestado en la ropa que se ponían en sus 45 años de vida, dejan de comer pan y aparecen con una bolsa de Massimo Dutti. Y ellas, entusiasmadas con lo estupendo que se está poniendo.. Y tu, mordiéndote la lengua para no decirles, "¿pero no te das cuenta, tarada, de lo que está pasando?".

Y es que no falla. O hay un susto médico de por medio o el tío que se empieza a poner en forma pasados los 40 es porque está picando en otro huerto. O tiene intención de hacerlo.

Por otra parte es curioso como, en el caso de las mujeres, suele ser distinto. No empezamos un cambio de look porque haya un posible rollo a la vista, sino por nosotras mismas. De repente un día te miras en el espejo y no reconoces a la mujer que ves al otro lado. En algún momento de los últimos años has perdido a la mujer que eras y no te has dado cuenta de cuando ni como ha ocurrido. A veces, es demasiado tarde y no hay vuelta atrás, pero otras, tiene lugar una especie de milagro en forma de resurrección tan gloriosa que debería contarse en las iglesias. Y no es por nadie, es por nosotras. Y eso es lo fantástico del milagro, o mejor dicho, ese es el milagro.

Será cosa de la edad, pero últimamente me veo rodeada de esas mujeres gloriosas que un día deciden que los zapatos no tienen que ser cómodos sino bonitos, que un vestido rojo levanta hasta el ánimo del más hundido y que si no nos cuidamos nosotras, ¿quien va a hacerlo?.

martes, 8 de febrero de 2011

LA ESTRELLA DE MICHELÍN


Un cava de aperitivo, un blanco con la entrada, tres tintos distintos y un dulce para el postre. Todos, para regar un menú de degustación en un restaurante de estrella de Michelín...

Una DO nos invita a comer para presentar su nuevo plan de comunicación y acompaña la comida, lógicamente, por sus mejores caldos. Y yo, que últimamente solo me tomo alguna copilla en casa los fines de semana, no puedo resistirme al brillo de las copas. Vuelvo al despacho andando junto al Ebro y aún así, llego con la cabeza como una olla express y unas ganas locas de secuestrar a mi queridísimo y encerrarlo en casa lo que queda la tarde en una siesta de las que hacen historia.

Antes, cuando las vacas eran gordas, salía a un par de comidas de estas por semana. Siempre con platos fantásticos, siempre con el mejor vino y siempre con conversaciones interesantes. Gracias a este tipo de citas he conocido a gente increíble, de esas, que solo vuelves a ver en las páginas de economía de los periódicos cuando los nombran directores generales de algún banco o empresa de campanillas. También hubo una época de escritores y compartí mesa y vino con Julio Llamazares, Lorenzo Silva y tantos más.

Ahora, que las vacas son flacas, me cae alguna de vez en cuando y aunque las disfruto muchísimo, me invalidan para el resto de la tarde. Debe ser que mi estómago se ha acostumbrado a la ensalada deprisa y corriendo entre el inglés y la universidad y ya no celebra como antes los platos de autor....

El caso es que en la comida me dan dos datos que me dejan pasmada: en España, en cada hogar consumimos solo nueve botella de vino por persona y año y dieciseis, en total, si sumamos bares y restaurantes. Total, que echo cuentas y me salen rosarios. ¿Solo nueve botellas de vino al año? En mi casa desde luego, no.