martes, 15 de septiembre de 2009

FE


¿Qué puede esperar uno cuando ya no queda nada?

Seguro que los que han leído “La Carretera” de Corman McCarthy saben de qué hablo. Los que todavía no lo han hecho no perderán nada si se acercan ahora mismo a cualquier librería y compran por siete u ocho euros la edición de bolsillo de esta novela por la que el autor se llevó el Pulitzer y que no solo engancha sino que hace pensar. Y mucho.

A grandes rasgos “La Carretera” cuenta el viaje de un padre y su hijo hacia el sur de los Estados Unidos tras una hecatombe que ha destruido por completo el mundo tal y como lo conocemos. Apenas un puñado de humanos han sobrevivido entre el fuego y la destrucción y se afanan por resistir en un paisaje donde no queda nada. El frío cala los huesos, llueve ceniza y la falta de comida es tan dramática que algunos de esos humanos se han organizado en grupos para cazar a otros humanos que después les servirán de alimento. Son los malos.

En este escenario, el padre viaja con el niño y un revolver con dos balas. El niño ha aprendido a manejarlo y sabe sobre todo que si algo le ocurriera al padre, debe introducirse la pistola en la boca y disparar antes de que uno de esos grupos de salvajes dé con él y lo conviertan en parte de su dieta.

Con este panorama de días lluviosos y huída interminable hacia un sur que no es garantía de nada, las preguntas saltan locas una detrás de otra.

¿Por qué no utiliza de una vez por todas esas balas?
¿Qué empuja al padre a seguir adelante si sabe que nada va a mejorar?
¿Se atreve a imaginar que será del chico cuando él falte?
¿Es consciente acaso de que su vida será siempre una huída perpetua?

Lo más curioso es que en ningún momento la narración deja entrever la más mínima esperanza de que las cosas puedan cambiar. Y sin embargo, ellos siguen adelante. Y yo no dejo de preguntarme ¿Qué puede esperar uno cuando ya no queda nada?.

4 comentarios:

Duncan de Gross dijo...

Me apunto el libro, tiene buena pinta... Solo la esperanza (a veces vana e inútil)es la que te hace seguir adelante entre las dificultades, quizás también el autoengaño, sino es probable que te tires por el viaducto en un vuelo regenerador...Miauus!!

Sánchez Mostolac, Alfonso dijo...

Este fin de semana pasado me decidí a leer, ¡por fín1, La carretera, que hacía meses que la manoseaba pero no me atrevía, y aunque respetaba a su autor por Todos los caballos bellos, No es país para viejos o Meridiano de sangre, he de decir que con esta me ha dejado tocado y hundido: posiblemente, la primera gran obra de las letras del siglo XXI. Inenarrable. El grito de Munch hecho palabras. De entre los vivos, a mi entender, sólo Ismaíl Kadaré es capaz de ponerte en una situación tan trágica como enriquecedora.

Naida dijo...

Un milagro imagino, no creo que sea tan fácil perder la fe como a veces parece.

Me apunto el nombre para comprarme el libro, yo estoy leyendo "The Host" también hace pensar...

Maria de Mave dijo...

Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, Alfonso, tienes razón. Solo Kadaré. Con las palabras justas y sin embargo, tan a lo bestian. Aunque, ¿sabes? al leer la Carretera tenía la misma sensación de frío físico, humedad en los huesos y miedo que con Luna de Lobos de Julio Llamazares.

Duncan no te lo pierdas, merece la pena.

¿The host, Naida? Lo busco...