Me sacaron los colores. Cenando, el sábado, los amigos. Y tienen razón, llevo la tira de días sin pasarme por aquí y no porque no tenga nada que contar (al revés), sino que por c o por b, nunca terminaba de encontrar el momento para ponerme al tajo.
La verdad es que septiembre, como junio, suele ser un mes complicado para mi. Arranca la temporada y hay siete mil cabos sueltos que atar. Este año además, no doy a basto a la hora de deshacer maletas entre los fines de semana y los viajes por trabajo. FHMP se ha cuadrado esta noche y dice que este fin de semana, quietos en casa. No lo tengo yo tan claro y es que mientras siga haciendo buen tiempo... ¿quien se apoltrona? Como si no fueran a llegar días y días de lluvia y frío en los que vaguear sin salir.
Esta semana he andado por el Matarraña de Teruel, la zona sur que linda con Castellón y que recomiendo vivamente. Ahora que la autovía ha desviado casi todo el tráfico es un placer andar por aquellas carreteras disfrutando del sol en la cara. Valderrobres, la capital de la comarca es una maravilla con edificios románicos, manieristas y góticos levantinos en pleno uso. En Beceite está el Parrizal, un sendero que recorre el lecho del río hasta su nacimiento, cada vez más estrecho, cada vez más encajonado, hasta el punto en que si quieres continuar no queda más remedio que descalzarse y entrar en el agua helada. En Torre del Compte está uno de los hoteles más románticos y exclusivos de Teruel, construido aprovechando una antigua estación del tren.

Teruel me gusta porque escuece. Da igual donde vayas, nunca te deja frío. Las Cuencas Mineras duelen por el abandono, Teruel capital es una joya escondida, el Maestrazgo se disfruta por lo que se sufre para llegar por esas carreteras tremendas y en Albarracín, si uno tiene la suerte de pasar alguna noche entre semana y fuera de temporada... que voy a contar.
Teruel tiene castillos, masías fortificadas, cuevas habitadas, palacios renacentistas, torres medievales. Tiene a Diego de Marcilla e Isabel de Segura, tiene los tambores de Calanda, Alcorisa, Hijar...
Fuera de lo obvio, no hay que perderse el castillo de Peracense, un amanecer en la laguna de Gallocanta, las pinturas rupestres del parque de Albarracín, los platos de "Casa Emilio" en el Rincón de Ademúz (aunque sea ya Valencia), las huellas de los dinosaurios en Galve, la techumbre mudejar de la Catedral (con prismáticos, si la guía te deja tiempo, intenta encontrar la pareja de amantes, juntos, en la camita), las torres mudéjares al sol de la tarde, el jamón con el pan y el aceite...
En Teruel están las carreteras más altas de Aragón (mucho más que las del Pirineo). En Teruel hay un pastelero que hace bombones de queso, de aceite, de pimientos. En Teruel han encontrado hoy un fémur de dinosaurio de más de dos metros, el más grande encontrado en Europa.
Juro que no me pagan por esto. De verdad. Si no conoceis Teruel, no sabeis lo que os estais perdiendo.