lunes, 25 de octubre de 2010

CABALLO VIEJO


El primer culebrón que yo seguí en mi vida fue "Caballo viejo", una telenovela de Caracol Televisión con Carlos Muñoz y Silvia de Dios que contaba la historia de Epifanio del Cristo, un anciano terrateriente colombiano que se enamora perdidamente de su sobrina, Nora Márquez, hermosa y jovencísima.
Mecanismos absurdos los de la memoria, me ha venido a la cabeza al pensar en cómo nos enamorábamos a los veinte y como lo hacemos ahora, rozando los cuarenta. O mejor dicho, como afrontábamos una historia entonces y como lo hacemos ahora.

Miro alrededor y me rodean nuevas historias. Parejas de segunda o incluso tercera vuelta que se crean cumplidísimos los treinta o los cuarenta después del fracaso de lo que parecía iba a ser una relación para siempre. La mía mismo con FHMP, que dentro de nada cumple tres años, que llegó cuando menos lo esperaba  y que todavía hoy me sigue asombrando. El caso es que miro alrededor y me da la sensación de que en esto, no hay velocidades medias. O la historia avanza a toda velocidad o bien marcha lenta, lenta, lenta...

Quiero creer que en el caso de las primeras, la velocidad la da la experiencia, que uno llega a una edad en la que ni siquiera necesita besar al sapo para saber que por mucho que una lo desee no va a convertirse en un príncipe. Asi que, por si acaso, cuanto antes lo besemos y salgamos del trance, mejor. Y si resulta que es un príncipe o una princesa, mejor atarlo cuanto antes. Y si nos ahorramos un alquiler, una factura del gas, el agua y la comunidad, pues muchísimo mejor. Además, claro está, que cuando uno se acostumbra a dormir calentito pegado a la espalda de alguien, cuesta mucho volver a usar pijamas en una cama tan grande y tan fría.

En el otro caso, me da por pensar que quizá se trata del efecto "gato escaldado", de aquellos que han salido de una historia tan truculenta, dolorosa o frustrante, que duda a la hora de meterse en otra, aunque la nueva parezca perfecta. Luego están, claro, los eternos adolescentes, que cumplen los 55 pensando que aún tienen 24 y dispuestos a apurar sus días como si así fuera... Supongo que muchos divorciados pasan por esa fase tan reconocible en según que sitios y a según que horas.

Sin embargo lo más alucinante de todo esto es como juega el amor con nosotros, como si alguien desde arriba manejara los hilos solo para reirse de nosotros, para entretenerse con unos pobre muñequitos que de cualquier chorrada hacen un mundo cuando se trata de sentimientos. Y así, puedes ir por la vida sin encontrar a nadie que merezca la pena mientras a tu lado, quien menos esperas, cuando menos esperas, encuentra el amor de su vida. Y de todo esto, a mi, lo que de verdad me gusta, es que esas cosas pasan, que cada dos por tres, la gente se enamora. A los 20, a los 45, a los 70. Y la sensación es casi siempre la misma. Inigualable.

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