sábado, 7 de enero de 2012

EPIDEMIA


Ultimamente los divorcios se multiplican a mi alrededor, como si una especie de epidemia hubiera atacado en mi círculo de trabajo. Se divorcian parejas con más de veinte años de convivencia y otras que apenas han celebrado un par de aniversarios de boda. Todos ellos, se enfrentan además al problema añadido de liquidar las cuentas de una sociedad que a veces, no da para dos vidas paralelas.

En todas estas historias siempre hay una victima y un verdugo, un damnificado y un ejecutor. De los primeros me sorprende escuchar casi siempre que "fue algo inesperado", que "todo era igual que siempre". De los segundos, pienso que su ventaja estuvo en el control de los movimientos, del tiempo y de la información.

Las cosas no ocurren casi nunca porque si. Hacemos que pasen, consciente o inconscientemente. De verdad que lo creo, al igual que creo que en la vida en general hay personas que actuan y sujetos pasivos que dejan que otros actúen y decidan por ellos.  Nos enamoramos cuando el cuerpo nos lo pide y sacamos las antenas buscando alguien especial. Construimos nuestra historia de amor, aunque no nos demos cuenta, de acuerdo a nuestras necesidades, que son distintas en los diferentes momentos de nuestra vida. Y cuando nuestras necesidades son otras, buscamos la forma de cambiar. Y casi siempre, uno actúa y otro, se deja llevar. Este último es el sorprendido por una petición de divorcio que la otra parte llevaba, seguro, meses planeando.
Claro que eso lo vemos más tarde, cuando echando la vista atrás se reconocen esas señales en su momento no vimos o no quisimos ver.

Y es curioso como entre los divorciados de mi entorno, todos ellos víctimas, la reacción es tan distinta. Mientras unos andan aturdidos, buscando respuestas, preguntando que pasó, otros respiran hondo, cogen carrerilla y recuperan el tiempo perdido pensando que posiblemente en el fondo, les han hecho un favor.

2 comentarios:

Naar dijo...

yo lo que creo es que no hay más ciego que el que no quiere ver. así de sencillo. porque nadie o casi nadie se levanta un día y dice "hala, me divorcio" si todo va bien. lo que pasa es que mola mirar para otro lado y hacer como que no pasa nada.
y desde luego, cuando yo me separé hace un año (no estaba casada, pero vivíamos juntos)me recompuse un poco y salí a vivir... para qué lamentarse!!
un beso.

Anónimo dijo...

Si sabrá Naar lo que es separarse...