miércoles, 25 de mayo de 2011

DE BODA


Si hay algo que me da pereza en esta vida, es una boda. Y da igual quien se case, sea de amigos, de familia o esas de marronazo que te caen de rebote y de las que no te puedes escaquear. Me cargan las bodas. Me aburre pensar en que voy a ponerme, me estresa pensar en lo que la peluquera podrá hacer con mis tres pelos, me pone de mala leche el saber que voy a tener que aguantar horas de plantón con los tacones, una misa larguísima (con el coro de la parroquia o incluso rondalla baturra en el peor de los casos) y un baile que degenerará por minutos hasta acabar en la conga. Me agota tanto esfuerzo para tan poco resultado.

Y me parece genial que la gente se quiera tanto, y que le guste montar el circo, pero me flipa que  piensen que movilizar a 300 personas y llevarlas a un restaurante en un polígono industrial en autobús para que no puedan escapar hasta que alguien lo decida, es lo normal. O que te cobren 150 euracos por un cubierto que no vale ni 35. O que haya que vestirse como una fallera mayor a las once de la mañana de un sábado, o que la peluquera te pregunte 40 veces si estás segura de que no quieres ponerte un "tocado", con "lo que se llevan este año y lo alta que tu eres". ¿Tocado? Hundido!!!!   La última moda, además, es invitar a los padres a que dejen a los niños en casa para que "no interfieran en el desarrollo de la ceremonia y la fiesta posterior". Textual.

Hay, sin embargo, una excepción. Hace años mi amiga P. organizó una No-boda en el Baztán, en casa de sus suegros. Fuimos en vaqueros, preparamos la comida entre todos (marmitako) y lo pasamos de maravilla. Y han pasado la tira de años y la sigo recordando como si fuera ayer. Tal vez porque aquello en realidad no era una boda, sino el compromiso personal de dos personas que empezaban una vida juntos...

Dice la mejor (y más dura) abogada matrimonialista de Zaragoza que en realidad, las bodas por amor deberían ser todas anuladas, porque nadie en su sano juicio firmaría un contrato tan demencial como es el del matrimonio. Yo, por si acaso, la sigo a pies juntillas. Y mientras acudo a aquellas a las que tengo que ir y las comparo siempre, sin poder evitarlo, con aquel día perfecto en aquella casa del Baztán.

5 comentarios:

Mar dijo...

Me alegro muchisimo de poder leer otra vez tus vivencias, sigue asi.
Un saludo

Duncan de Gross dijo...

Coincido con Mar, se echaba de menos estos pensamientos. A mi tampoco me gustan las bodas, por eso ...Mmmm, ejem...Yo sé algo de No-Bodas :P Y hasta aquí puedo contar :P

Naar dijo...

tres nada menos q tengo yo este verano. de una me escaqueoo fijo. las otras dos son de amigas y no hay excusa q valga, he intentado unas cuantas y nada.
y me pasa como a tí, que me da una pereza sólo de pensarlo...

Anónimo dijo...

Pues tanta insistencia en criticar las bodas y sus leoninos contratos, y en alabar las no-bodas y lo mega-chachis que son, me hace pensar en los que sueñan con conducir un BMW, se percatan de que no va a poder ser, y pasan a presumir de lo ecológica que es su bicicleta.

Maria de Mave dijo...

Gracias Mar!

Duncan, estoy segura de que lo tuyo, sea lo que sea, habrá sido especial....

Animo, Naar! Uffff, tres nada menos...

Anónimo, pues en esto va a ser que no. Los coches tampoco son lo mío. Los apuro hasta que no andan de puro viejos. Y desde luego, si me conoces, sabrás que un BMW no es mi estilo. Tampoco la bici, dicho sea de paso.