viernes, 28 de diciembre de 2007

Bienaventurados los que guardan algo para si...


... porque ellos podrán salvar la ropa cuando el barco se hunda.

Mi sexólogo favorito, distingue entre "sinceridad" y "sincericidio", entendiendo por esto último esa manía que tienen algunas parejas de rascar uno en la roña del otro a ver que nueva miseria encuentran pensando que con eso "fortalecen su relación".

El vengador me contaba en un correo que tuvo una novia con la que de vez en cuando hacían el siguiente ejercicio. Se sentaban uno frente a otro y con toda la calma del mundo, se iban diciendo por turno los defectos. Y yo pensaba que o soy muy ingenua o directamente imbecil, porque si eso es amor, yo lo quiero bien lejos.

Hay abogados, sobre todo los expertos en divorcios, que dicen que el 90% los matrimonios deberían declararse nulos, puesto que cuando la gente se casa enamorada, lo hace sin tener el pleno uso de sus facultades. Algunos lo recuperan de golpe y porrazo, pero entonces, los papeles ya están firmados.

Y digo yo, si el amor es precisamente esa sensación de modorra irracional, ese babear encantada ante la calva tan sexi de tu Manolo, cuando siempre te habían gustado los melenudos... cuanto amor queda si una es capaz de sentarse frente a él para empezar llamándole alopécico y terminar en calvo de mierda?

Yo prefiero que me mientan, o al menos, que el dia que mi culo le deje de parecer maravilloso, se lo calle. Porque el amor se alimenta de palabras y algunas pueden provocarnos una indigestión de la que uno nunca se recupera.

Dicen que hay tres cosas que no tienen remedio: las balas disparadas, las oportunidades perdidas y las palabras dichas. Para bien y para mal.

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