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Lo confieso. Ver a una pareja mayor caminar cogida de la mano me provoca una ternura infinita.
Después de una relación de años con el hombre perfecto, que no pudo ser y una historia demencial que lógicamente terminó como el rosario de la aurora, no puedo menos que preguntarme a que santo hay que encomendarse para ser bendecida con la gracia del amor verdadero, ese que buscaba hace años la Princesa Prometida.
Porque tal y como está el patio… ¿Quién no firmaría por tener la certeza de que dentro de cuarenta años vas a seguir sintiendo la necesidad de coger la mano de la persona que camina a tu lado?
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