miércoles, 20 de agosto de 2008

Los que hablan. Los que actúan.


Uno de mis lectores habituales y opinador fuera del blog me llama para dar su aportación sobre la película de Chris Waitt y con el sentido común que le caracteriza, me suelta: "Menudo capullo. Por qué no les preguntó antes de que lo mandaran a tomar por saco?" (sic). Y no deja de tener razón.

El problema, creo yo, es que existen dos tipos de hombres. Los que hablan y los que actúan. Y tan complicado es hacer actuar a los que hablan como hacer hablar a los que actúan. Me explicaré.

Hay hombres que viven en un mundo de palabras. Inmunes al pudor, construyen las relaciones en base a frases lapidarias, son expertos en dejarte k.o. con una declaración y su pasatiempo favorito es hablar de ellos mismos y por extensión de la historia que tienen contigo. Siempre, claro está, desde su punto de vista. Analizan, repasan, desmenuzan cada detalle en conversaciones interminables que en el peor de los casos terminan en una bronca descomunal. Sus armas en el ataque son las palabras dichas o el reproche por las que no se han llegado a decir. Manejan como nadie los adjetivos que ilustran sentimientos y son maestros en el arte del sobreentendido. Juran que te aman en siete idiomas distintos y te envuelven en esa nube de palabras que hace sombra en verano y te arropa en invierno, aunque no haya nada más.

Hay hombres que se niegan a hablar de sentimientos. Si las cosas van mal, actúan. Si las cosas van bien, para que hablar? Utilizan un "Te quiero" en casos extremos, cuando no queda más remedio y están firmemente convencidos de que con estar ahí, no nos hace falta más.

El problema surge cuando pasas de uno a otro. De la gran secada a la gran remojada. O viceversa. Del que te abruma con declaraciones constantes de amor al que jamás dirá nada que pueda comprometerle. Del que te confesó su afecto tres veces en siete años al que a los tres días ya te juraba amor eterno. Del agobio por el exceso a la inquietud del defecto. Menudo plan.

Y entre unos y otros se nos pasa la vida, sin encontrar nunca el término medio. O al menos, eso me parece a mi. Acaso alguno de vosotros lo ha logrado? Saber cuando, de que y como hablar sobre una relación? Y para esto, me temo, tampoco hay manuales...

1 comentario:

Amparito dijo...

Pues no, no los hay...
Amparito
Pd.- manuales