lunes, 27 de octubre de 2008

EFECTOS SECUNDARIOS


Cuando era niña y remoloneaba para no ir al colegio mi abuelo Mateo siempre decía lo mismo.

"Tu no sabes lo que tienes. Cuando yo tenía tu edad, me sacaron del colegio para que fuera pastor. Pasaba muchísimo frío en el monte y más que frío, miedo, pensando que en cualquier momento aparecería un lobo o un jabalí y se lanzaría contra el rebaño. No tienes derecho a quejarte. No sabes lo que tienes."

Con el paso del tiempo y en apenas dos generaciones, hemos olvidado demasiadas cosas. Los que nacimos en los 70 fuimos hijos de las vacas gordas, retoños de padres que todavía habían conocido el hambre en sus primero años y querían para nosotros lo mejor. Tuvimos bicicleta, fuimos de vacaciones, pasamos veranos en Londres y pudimos elegir nuestra universidad. Tarde o temprano conseguimos un trabajo decente y nos embarcamos en una hipoteca que hace diez años todavía era razonable. Nos fuimos a vivir con el novio del instituto y con los sueldos de los dos, pudimos viajar por el extranjero, comprar los últimos caprichos tecnológicos y olvidar por completo como se hacen una lentejas de verdad.

Los abuelos que habían vivido una posguerra fueron muriendo o subiéndose al carro del INSERSO en Benidorm y nuestros padres, al vernos colocados, dejaron de ahorrar como hormiguitas para darse los caprichos que durante 60 años se habían negado.

Y entonces, llegó la crisis.

Una crisis que se prevé tremenda y lo será, en gran parte porque también nosotros hace tiempo que perdimos la medida de las cosas. ¿De verdad son necesarios 23 pares de zapatos de invierno? ¿Pagar 300 euros por un teléfono móvil? ¿Cambiar de coche cada cinco años?

En los últimos tiempos habíamos olvidado lo que nuestros abuelos intentaron enseñarnos para, a cambio, asumir que nuestra forma de vida era la "normal", que lo de ahorrar era cosa de viejos y que las vacas siempre serían gordas. Viajábamos por países pobres y veíamos mendigos en las calles de Calcuta o prostitutas casi niñas ateridas de frío frente a los hoteles de Moscú y pensábamos que a nosotros nunca nos llegaría algo así.

En estos días en que se habla de que un grupo de científicos ha descubierto la molécula del olvido, no puedo dejar de pensar que en los últimos años la hemos cultivado como nunca. Lo malo que tiene la buena vida es que uno se acostumbra a ella con demasiada facilidad y que nos hace bajar las defensas de la prudencia y dejar de percibir esos otros efectos secundarios hasta que, en muchas ocasiones, es ya demasiado tarde.

6 comentarios:

Duncan de Gross dijo...

Ay compañera, pero si te dan vino desde pequeño, como vas a beber ahora Casera... Si para más Inri, esta sociedad ha estado alimentando durante los últimos cuarenta años una serie de valores, de objetivos de número UNO, y ahora de la noche a la mañana, se supone que el partido más social que tenemos, te los recorta, pues eso el cerebro humano tarda en asimilarlo, y más cuando tienes una ministra que afirma gastarse un millón de euros en vestuario al año mientras el país se va a la ñorda...

CMQ dijo...

no sabes cómo me he identificado con tu post de hoy, nena... y el mundo de culo y cuesta abajo. Así somos, así estamos.

utópico dijo...

y es solo el principio.

Lilyth dijo...

Comparto tu visión de las cosas...

cristal00k dijo...

Sabias palabras Ana. Y de acuerdo con utópico, es sólo el principio.
Todo seguirá perdiendo valor a pasos agigantados. Y como diría tu abuelo Mateo, no sé donde iremos a parar...
Un beso!

Lupe Montero dijo...

Vivimos en un mundo de "derechos adquiridos" una mentalidad muy peligrosa cuando las cosas no van como pensamos o queremos...