Ha sido hoy, en los diez minutos de mini siesta que me regalo en el sofá los días que como en casa, cuando zapeando entre culebrones y bodrio-programas de desechos, me he topado en la CNN con un documental de imágenes históricas sobre la batalla de Stalingrado.
Todos sabemos lo que fue Stalingrado, los miles y miles de civiles y militares que murieron en la batalla más terrible de la historia de la humanidad, la que supuso el principio del fin de Hitler, la que legó héroes para el cine y la historia militar. Todos hemos visto las películas y las imágenes de la ciudad en ruinas, pero casi nunca se nos había permitido acercarnos a las víctimas anónimas.
Sin narrador, con música de recurso y apenas unas cifras sobreimpresionadas en la pantalla, la película era tan aterradora que llevo toda la tarde con ella en la cabeza. No mostraba sangre, ni bombardeos, ni grandes masacres. Solo rostros de soldados de ambos bandos, soviéticos y alemanes, ateridos de frío y miedo, cubriendose a duras penas con gorros y capas en un paisaje cubierto de nieve sin piedad. Algunos sufren ya los efectos de las congelaciones, patentes en narices deformes y mejillas quemadas y otros, esperan sentados en las trincheras sin reparar en que el se sienta ha su lado, ya está muerto. El encuadre se abre de vez en cuando para ofrecer planos generales de grupos de soldados avanzando penosamente en la ventisca. Algunos han intentado protegerse los pies atando a sus botas trozos de tela o incluso maderos que les hacen caminar todavia más torpemente. Queda la duda, al verlos, si caminan hacia algún punto concreto o simplemente andan intentando evitar morir congelados.
Los que no murieron en Stalingrado, lo harían poco después. Los alemanes en campos de concetración en Siberia. Los soviéticos, en otras batallas o años después en algun gulag, víctimas de las purgas de Stalin. Pero vencedores o vencidos, hay algo que los iguala a todos.
La desesperanza y el miedo que asoma a sus ojos.
El saber que el infierno no puede ser peor que lo que tienen alrededor.
La certeza de que la muerte será, por fin, un descanso.
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4 comentarios:
Falta comentar un pequeño detalle,a mi modesto parecer.
Unos murieron queriendo dominar el mundo porque para éso eran una raza superior,y otros murieron defendiendo su país.
Por mucho que hoy en día lo éticamente correcto sea lastimarse por ambos bandos,no puedo sentir la misma lástima por los dos.
Igual que no siento la misma lástima por un obeso cura amargado y reprimidor,que la que siento por un maestro fusilado por no aprobar al hijo del señorito del pueblo,aunque hubiera hermosos pollos de por medio.
Y así,muchas.
La verdad, que fue la mayor carnicería organizada del siglo XX, ojalá no se repita jamás.
Cerca de dos millones de "personas" entre rusos y alemanes... sobre la conciencia de los alemanes "nazis" que no es lo mismo que los "alemanes"... pero también sobre la conciencia de Stalin (un decir, porque no creo que tuviera tal cosa) que no dejo evacuar la ciudad y obligó también a los civiles a permanecer en ese infierno.
Enfín, yo no he visto el documental, pero seguro que pondría los pelos de punta a cualquiera. Buena entrada y buen título!
Saludos!
Coincido con Cristal00k en que no todos los alemanes que murieron en Stalingrado eran nazis, eran soldados regulares del ejército, y muchos pagaron el pato de un loco con sus vidas, en los ojos siempre leeras mejor que en un libro, los ojos no saben de nacionalidades, hablan todos igual, gran post, ;)
Otro de los tristes capítulos de la historia que demuestran la falta de humanidad y las barbaridades que el ser humano es capaz de cometer... y por favor que aprendamos para que no se repita...
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