miércoles, 1 de octubre de 2008

HISTORIA DE UNA BARBARIE


La Biblioteca Nacional ha decido restaurar los libros mutilados por César Gómez Rivero, entre ellos los incunables de Ptolomeo, conservando las huellas del expolio al que el ladrón confeso los sometió.

Gómez, cortó con un cutter las dos láminas del mapamundi azul de la Cosmografía, las dobló para sacarlas ocultas de la biblioteca, las pegó con celo, retocó con un rotulador las partes dañadas y para rematar su “faena” les añadió un exlibris falsificado de 1953. En el mapamundi de la Geografía, también de Ptolomeo, el ladrón llegó a mojar el papel y en el “Arte de la caballería y montería” de Alonso Martínez de Espinar, arrancó las láminas de manera que habrá que reconstruir el libro entero.

En mi biblioteca no hay, que más quisiera yo, incunables ni mapas datados allá por el mil cuatrocientos ochenta y tantos, pero sí libros con historia. Entre ellos, una de las primeras ediciones de “Cien años de soledad”, comprada en una librería de viejo con mi padre en unas vacaciones hace mil años, un “Aguíla bicéfala” de Antonio Gala utilizadísimo y repleto de anotaciones de una época de mi vida en la que entendía el amor como él o el último, una edición antigua de la historia de la pintura catalana que FHMP me regaló hace unos días en Barcelona y que aún no he tenido tiempo de empezar.

También y para mi vergüenza tengo una novela de Soledad Puértolas completamente destrozada al caer a la piscina después de que un mal movimiento sobre el neumático de tractor en el que me siento a flotar y leer, escorara y no tuviera dónde agarrarme.

Para mí los libros tienen una doble historia. La que cuenta quien los escribió y la mía en el momento en que llegaron a mi vida. Tengo la manía de guardar entre las páginas facturas, billetes de tren, mails o recortes, de manera que cuando tiempo después los recupero, puedo revivir el momento personal en que me encontraba cuando los leía. Tantos viajes en tren, aeropuertos, tardes de invierno a solas. Tantos libros leídos entre dos. Tantos libros compañeros en viajes de descubrimientos de países extraños o provincias inéditas.

Por eso me gusta la decisión de la Biblioteca Nacional. Porque gracias a ellos, esos libros tendrán una historia más que contar. La historia de la barbarie y el expolio. Y en este caso, afortunadamente, con final feliz.

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3 comentarios:

Duncan de Gross dijo...

Tienes toda la razón, así los libros tendrán esa doble historia que dices, aparte que deben ser reparados... Tienes libros con historias interesantes, y aunque no son incunables, siempre tienen su valor, yo tengo una biblioteca medianita también, guardo como tu: Artículos, revistas, recortes de prensa, y entre todos los libros, a los que quizás les tenga más estima sean los dos primeros libros que recuerde que me regalaron: "Jim Botón y Lucas el Maquinista", de MIchael Ende, y "El Hobbit" de Tolkien...

Saludos libreros ;-)

Lupe Montero dijo...

María, yo soy una gran lectora desde que tengo uso de razón y es cierto que cuando relees algún libro que hace tiempo que no coges y encuentras algo entre sus páginas, es bastante mágico, sí señora. Hasta ahora no se me había ocurrido dejarlas dentro a propósito, todo ha sido accidental, pero es muy probable que te copie la idea...
Besos

Maria de Mave dijo...

Hola Duncan, en el fondo el valor de las cosas es el que nosotros queramos darles. Y yo también tengo una edición de hace mil años de "El hobbit", que por cierto abandoné por la Historia Interminable y nunca más volví a retomar...

Lupita, copia sin pudor. Ya verás, es genial. Y además, cuando tus nietos abran tus libros descubrirán la historia personal de su abuela que de otro modo difilcilmente hubieran podido conocer.