lunes, 21 de abril de 2008

AL FIN DEL MUNDO...

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Por amor, una emprende viajes que nunca sabe donde le van a llevar.


Después de tantos años con la maleta a cuestas, he aprendido que si algo define el momento en que se encuentra una relación de pareja, eso es, sin duda, los viajes que se hacen juntos. O separados.

Cuando una es joven y está colgada, va a donde haga falta. Que el sujeto es montañero? Al Posets que nos vamos. Que le gusta bucear? Pues al Delta a por mejillones hasta que podamos pagar un viajecito al mar Rojo. Y así, terminas en cualquier pensión de mala muerte en un pueblo de los Cárpatos a 40º a las dos de la madrugada y decidiendo si meterte en una cama llena de chinches o seguir pisando cucarachas mientras los mosquitos de tamaño gorrión atraviesan hasta el chubasquero.

Pero el tiempo pasa y el cuelgue por el novio prosoviético se va relajando. Y después de unos años pateándote todos los países del Este, empiezas a exigir que el viaje en tren nocturno de Moscú a San Petersburgo al menos sea en primera clase y que ya que vamos a los Balcanes, echemos unos días en una cala junto a Dubrovnik. Es la época en la que de repente, sientes la necesidad imperiosa de recuperar las viejas relaciones con las amigas del alma y para ello, ¿que mejor que Roma, París o Londres?. Eso si, solo chicas.

Tanto Lenin, tanto Lenin, terminas hasta el moño y cambias de novio. Inicias entonces una relación clandestina que te lleva a recorrer todos los hoteles rurales con encanto de las dos Castillas, con un doble argumento: nadie en su sano juicio va a llegar hasta ahi y ya que no hay nada que hacer y nadie que nos conozca, ¿que mejor que dedicarnos al sexo?.

Al principio lo de cenar haciendo pic-nic en bolas en la habitación, montar numeritos en el jacuzzi y batir el record de permanencia en cama hace gracia. Pero conforme pasan los meses, tanto Machado empieza a agobiarte y no puedes pasar junto a un cartel de Sigüenza sin que te entren sudores fríos. Afortunadamente, cuando estas a punto de preguntarle en serio si desertó en la mili y no puede salir del país, la historia se termina.

Vuelves a coger aviones a Florencia, París, Petra... y recuperas con las amigas el placer de los viajes al extranjero.

A todo esto, te has hecho mayor y sabes lo que quieres. Ya no te sirve cualquiera. Ni un hombre ni un viaje. Y como además llevas varios destinos a cuestas, la lista de posibilidades, tanto de unos como de otros comienza a reducirse peligrosamente. Entras en la fase crítica de la negociación.

Y empiezas a buscar un destino en el que no hayas estado, con vuelo directo a horas apropiadas y fechas que cuadren con el calendario laboral, que tenga ruinas que ver y hoteles maravillosos donde descansar, que te garantice buen tiempo pero sin demasiado calor, que puedas ir de compras y ver museos indispensables y lo más importante, que puedas pagar.

Y si a pesar de todos los peros, encontramos cada pocos meses ese viaje ideal... como no mantener la esperanza de que el tipo divertido, tierno, leído, bien vestido, alto y guapo tarde o temprano no va a aparecer? Entre otras cosas, claro está, para llevarte las maletas.
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1 comentario:

Lilyth dijo...

Jajajajajajaajajaj la última frase esta genial (y todo el argumento no me malinterpretes jijiji) me parece increíble como lo explicaste, me siento tan identificada que me da miedo (¿lees mi mente? Jajjajaj) es que creo que la prueba de fuego para que un FHMP pase a ser a FP es un viaje, porque en lo cotidiano piensas que siempre hay un mañana, así que un lado de la relación puede postergarse o ambos llegar a una negociación justa pues se tiene todo el tiempo del mundo… en cambio un viaje es cosa diferente, cuentas con dos semanas para sacarle el mejor provecho y las diferencias pueden empezar con la elección del destino, pasando por las actividades y terminando en la comida… porque son dos semanas que no vuelven, un viaje que no quieres dar por perdido… y si, la vida también se te pasa entre negociaciones y postergaciones, pero en dos semanas eres mas consciente del tiempo que en el proyecto de pasar la vida juntos.