martes, 22 de abril de 2008

CUESTION DE FORMAS

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Hotel Arts, Barcelona
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A vueltas con el tema de los viajes y cuando por fin conseguimos un hotel para pasar el puente de mayo en la zona que queremos recorrer (luego dicen que hay crisis), el FHMP me acusa de ser una "pequeñoburguesa plagada de convencionalismos liberales" y de dejarme "perder por las formas". Y todo porque mi concepto de lo que es un hotel adecuado no coincide con el suyo.

Minutos después, mi mejor amiga me cuenta que su acompañante para el puente le ha mandado una propuesta de hotel en el Pirineo Oriental que parece el escenario de una de las peores películas de Esteso y Pajares en pleno boom del destape. Para que los lectores del otro lado del charco me entiendan, suelos de baldosa, dos camitas, baño alicatado en blanco estilo años setenta y un edredón de flores a juego con las cortinas. Ah, y sin olvidar el crucifijo sobre la cama. Vamos, como para buscar el salto de cama de nylon con que pasaron la noche de boda nuestras madres y volverlo a poner en uso. Fuegos artificiales asegurados.

A todo esto, tercia en la conversación el novio de un amigo de toda la vida que suelta una frase de la que aún no me he recuperado y que transcribo al pie de la letra: "Las mujeres sois muy tikismikis. Los hombres en cualquier sitio sacamos la polla". Por cierto, ellos pasarán el puente en Amsterdam y no creo que contando tulipanes.

Esta bien. Reconozco que cuando te vas de viaje con la persona con la que quieres estar, lo que importa es la compañía. Pero también es cierto que el escenario ayuda y mucho. Porque no es lo mismo pasar una noche fantástica en un hotel como el que ilustra la foto del encabezado o que en la pensión La Pulga.
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Las relaciones hay que cuidarlas y eso incluye una puesta en escena adecuada. Si, de acuerdo, nos encanta hacer siesta en el sofá los domingos por la tarde y ducharnos con vosotros de vez en cuando a pesar de entrar como sardinas en ese baño tan pequeño. Pero queridos, deberías daros cuenta de que las mujeres no encendemos velas porque pensemos que se va a ir la luz, ni compramos sujetadores de encaje para ir más frescas ni por supuesto nos empeñamos en arrastraros a pasar la noche en un hotel con jacuzzi por no hacer la cama en casa. Y además, que narices, ya no tenemos diecisiete años!
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Lo que queremos es magia. Y mimos. Y sobre todo sentir de vez en cuando que nos encerramos juntos en un espacio ideal para dedicarnos solo y exclusivamente, el uno al otro. Y podeis llamarme snob, pero una cama de dos metros, bañera redonda y el desayuno en la habitación, ayudan muuuuuuuuuuuuuuuuuucho a concentrarse en lo que una hace.
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Garantizado.




4 comentarios:

Bender dijo...

ADORAR AL SANTO POR LA PEANA
Alguien entrañable dijo en alguna ocasión que nuestros afanes y deseos se veían inmediatamente condicionados por la percepción de lo más próximo que nos rodea (codiciamos lo que vemos, Clarice...). A tal punto, nuestra sociedad actual y el sistema formado en torno a ella, ha creado todo un catálogo de bienes y productos (reales o falaces) con las que bombardea permanentemente nuestros sentidos, de tal forma que pretende que asumamos como normales o necesarios elementos absolutamente accesorios, haciéndonos creer, fálsamente, proclamo, que en los mismos se encuentra el secreto de la verdadera felicidad, y por ello los incorporamos a nuestro imaginario como hitos o metas a conseguir.
Pero nada más lejos de la realidad y prueba de ello es la foto que ilustra la entrada. Ciertamente, puede que en determinados niveles de renta, donde las necesidades básicas se encuentran debidamente arropadas de millones y donde la diferenciación y el lujo forman parte de la existencia, sea necesario, incluso básico, recibir un masaje (¿con manzanas?) en una terraza del hotel Arts de Barcelona, pero para el común de los mortales, no deja de ser parte de ese imaginario derivado de una ingesta excesiva de Pretty Woman, culebrones, seriales y películas de de Bond o de la Disney (que lo mismo viene a ser) y que se halla tan cerca de la realidad como los propios personajes que los protagonizan.
Del mismo modo, lo que tampoco es de recibo es que a los hombres únicamente se nos otorgue la etiqueta de caballerosos y románticos en tanto en cuento nos mostremos dispuestos a estar y pasar por dichas pretensiones huecas y almibaradas y que en nada tienden al fondo de la cuestión. El viaje adecuado, con la persona adecuada en el momento adecuado.
Esos son los tres elementos básicos para hacer el viaje perfecto. En el fondo el hotelito, la bañera con jacuzzi o el spa, pasarán desapercibidos si el resto es adecuado y lo harán por que si todo transcurre como ha de ser, no habrá tiempo (ni ganas, proclamo) en fijarse ni en las cortinas/decoración de la habitación, ni en el “bucólico paisaje” que se observa por la ventana de la misma. Si no es así, tal vez lo que pretendamos es suplantar alguna carencia al respecto, dejándonos seducir por el ambiente creado y no por esa contraparte, lugar o día que en conjunto deberían ser insuperables.
De tal punto sólo puedo concluir que el viaje será perfecto si lo son los tres elementos referidos y con esa impresión se volverá, con indiferencia de la habitación en la que se pernocte.
Ciertamente una mala habitación puede estropear una buena aventura/viaje (siendo efectivamente muy mala, una cueva), pero una mala aventura nunca será arreglada por una buena habitación como la mostrada (o sí, saltando por el balcón).
Garantizado.

Anónimo dijo...

Bender, estoy totalmente de acuerdo contigo!!!

Lilyth dijo...

Maria me gustan tus comentadores filosóficos! jajaja que tengas un buen viaje! (sobre todo a tu gusto y sazón)
;)

Amparito dijo...

El mejor viaje de pareja lo hice hace más de 10 años en un autobus, luego varias horas andando para acabar tendiendo el saco en una cabaña de pastores... y nunca lo olvidaré. Fue magico...
Lo repetimos este año (esta vez con coche y velas)y lo pasamos muy bien. Pase mucho tiempo mirando el fuego... tambien fué mágico.
Supongo que es cuestión de como te sientas tú por dentro y con tu pareja... El hotel más lujoso en el q he estado, en cambio, lo recuerdo con tristeza...
Amparin