
.
Confieso que cuando vi aparecer a FHMP, tan sonriente, con la camiseta de la selección en el Anfiteatro 43 dispuesto a sufrir la final de la Eurocopa con otros 10.000 seguidores vestidos de rojo, me lo habría comido a besos.
Me vino a la cabeza la imagen de la emoción casi religiosa con que aquella noche de un cinco de enero de principios de los ochenta, mi padre montaba el Scalextric que los reyes habrían de traerle a mi hermano pocas horas después y que por cierto, duerme todavía el sueño de los justos en algún armario de casa de mis padres. Ya por entonces mi hermanito apuntaba maneras y pasando olímpicamente de coches se dedicaba a desvalijar las cajas de herramientas de la familia para montar circuitos eléctricos y pequeños ingenios mecánicos. Por eso, cuando al terminar el instituto dijo que lo que él quería era hacer robots, a nadie le pareció extraño.
Casi todos los hombres que conozco tienen esa vena infantil más o menos escondida. A unos les da por las películas de ciencia ficción, a otros por coleccionar los coches de carreras que no pudieron tener de niños y a otros, por ir al Corte Inglés y comprar una camiseta roja que ya llevaban en sueños en los partidos de fútbol del colegio cuando emulaban, por aquel entonces, a Marcelino y su gol.
Y yo me pregunto, ¿tenemos nosotras una vena parecida? ¿Guardamos las mujeres ese puntito infantil o una vez que abandonamos la niñez ya no volvemos nunca?
Hace unos dias en una jornada de tiendas con mi mejor amiga hablábamos de traumas de infancia relacionados con los zapatos. El suyo era no haber tenido nunca unos zuecos de madera. El mío, haber gastado durante años pares y pares de botas Kickers, siempre las mismas mientras el resto de las niñas calzaba merceditas. Pero los zuecos, los Kickers y las merceditas quedaron atrás, junto a las casas de muñecas y los cuentos de princesas.
Y los zapatos que hoy compramos, son zapatos de mujer.
.
pd. Por favor, disculpar los que estos días os habeis molestado en entrar a leer el blog, pero el trabajo no me ha dejado tiempo ni de encender el ordenador. Como dice la frase que últimamente se ha puesto de moda en mi empresa "NO ME DA LA VIDA". Gracias por vuestra fidelidad y paciencia.