martes, 10 de junio de 2008

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Tomando un café tras una reunión esta mañana en el centro, una compañera de trabajo que este fin de semana conoció a FHMP, ha soltado sin venir demasiado a cuento “Oye, me gusta el chico. Te pega muchísimo”.

¿Me pega? ¿Cómo que me pega?...

Y ella ha intentado salir del charco como ha podido. Y yo, no le he contado que FHMP y yo nos parecemos como un huevo a una castaña, que por poner solo un ejemplo, mientras él es la paciencia con gafas de sol a mi se me come el tiempo por los pies o que mientras él siempre tiene una palabra o un gesto conciliador a mano, a mi me puede el carácter.

El tiempo me ha enseñado que en cualquier historia el éxito está en el equilibrio de las fuerzas, en que uno tenga lo que otro necesite y sobre todo, que ambos compartan la generosidad necesaria para dar cuando hay que dar y la humildad precisa para pedir siempre que sea preciso.

Quizá por eso funcionan parejas que a priori y desde fuera, nos parecen increíbles. Parejas con enormes diferencias de edad, de educación o incluso físicas. Parejas que parecen un disparate y que sin embargo se mantienen ahí, al pie del cañón años y años. Y es que en realidad, lo que pasa en una historia es algo que solo sus protagonistas conocen en profundidad y a veces, ni siquiera ellos.

¿Pegamos? No lo se. Yo creo que es la persona más distinta a mí que he conocido nunca. Pero extrañamente, los meses pasan.

Y él sigue pareciendo perfecto.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Acuerdate de mi teoría: "La única que puede opinar de una pareja es la almohada, y menos mal que no habla...."


Nuei