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Anoche, alguien que sabe que estoy en unos días de mucho tute a nivel laboral, me envió una canción por correo electrónico con el fin de que me hiciera sonreir al encontrarla esta mañana cuando llegara a trabajar.
Sabía que Norah Jones es buena, pero no hasta el punto de tener estos efectos sobre mi.
De repente parecía que el sol, que a esas horas aún no ha salido, entraba a raudales por la ventana. El café de la máquina se ha convertido en algo posible de tomar. Y los asuntos que tenía atascados desde hacía varios días y no me dejaban avanzar se han resuelto como por arte de magia.
No se si será la música, pero nueve horas después, sigo sonriendo.
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