martes, 15 de enero de 2008

UN LUGAR EN EL MUNDO

.

Hay lugares en el mundo donde uno comprende que Dios existe. Roda de Isábena es uno de ellos.

Pisé Roda de Isábena por primera vez una noche de primavera de hace seis años, y aunque en realidad fue por desconocimiento prefiero pensar que la suerte nos hizo aparcar el coche a la entrada del pueblo, para que así, el efecto brutal de las calles de piedra iluminadas apenas fuera todavia más crudo.

Las calles que nos llevaron hasta la plaza de la catedral estaban vacías. De coches, de personas, de ruidos. Hasta que al llegar a la plaza de la catedral no pudimos contener un grito. Recuerdo que aquella noche dimos vueltas y vueltas por aquellas calles, de la plaza al mirador, del mirador al palacio episcopal, del palacio al callejon de los faroles. Con la boca abierta. Como idiotas. Sin poder creerlo y agradeciendo a quien fuera un regalo asi. Y era solo el primero.

A la mañana siguiente al despertar en aquella habitación modesta y abrir el balcón hacia una Ribagoza virgen sentí ese ahogo que solo proporcionan los momentos de felicidad absoluta, que se repitieron al cruzar el claustro soleado y entrar en el refectorio en busca de un desayuno que recordaré toda mi vida.

Esa mañana, encontramos en la catedral a un hombre que amablemente se prestó a contarnos como habia sido la historia de un milagro, el milagro de una catedral que pudo mantenerse en pie gracias a la tenacidad de una sola persona. El nos enseño la cripta, las sandalias y la túnica de San Ramón y nos contó lo ocurrido una noche terrible de diciembre de 1979 cuando un ladrón que luego se haría famoso forzó aquellas puertas para llevarse un tesoro que durante varios años estuvo en manos de coleccionistas sin escrúpulos de media Europa.

Solo al final de la visita quiso acompañarnos a una urna, donde sobre una estructura de metacrilato reposaban los restos del mueble medieval más antiguo conservado nunca y que fue robado por ese ladrón famoso, Erik el Belga la noche del 6 de diciembre. Apenas unos pedazos de madera tallada que cuentan una historia fantástica, porque el mismo hombre que había levantado la catedral con años de duro trabajo, se consagró desde entonces a perseguir al ladrón hasta conseguir convencerle de que devolviera lo robado.

Lo que no nos contó, lo averiguamos horas más tarde, es que él era el hombre que soñó con que aquella catedral podía volver a ser lo que fue y lo consiguió poco a poco, con sus propias manos. Que él era el hombre que pasó meses durmiendo en un catre en la propia catedral, por si el ladrón volvía. No nos contó que tras Roda vinieron otras muchas pequeñas iglesias en toda Ribagorza. No nos contó que se llamaba José María Leminyana.

Volví unos años mas tarde, con la persona que más he amado nunca y que sin embargo, me dió en ese lugar tan especial para mi, una de las peores noches de mi vida. Pero como todos sabemos, el amor, el amor verdadero, ese que buscaban en La princesa Prometida, aguanta cualquier cosa y mi amor por Roda sigue intacto, como aquel primer dia que sentí el sol de la Ribagorza en la cara.

Hoy me han contado que José María Leminyana, el párroco de Roda de Isábena, el hombre que hizo volver atrás a Erik el Belga, está muy enfermo. Que posiblemente nunca vuelva a subir a un andamio para repasar un capitel, que ya no vigilará que los turistas no hagan fotos en la cripta, que no volverá a enseñarme nunca desde que punto hay que mirar la silla de San Ramón para imaginar como era.

Pero mirando aquellas fotos una no puede dejar de pensar que si se lo propone, el hombre que levantó una catedral tras siglos de abandono y que hizo cambiar al ladrón mas famoso del mundo, ¿Por que no va a volver cualquier dia a guiarnos en una visita inesperada entre las piedras gloriosas de Roda?

No hay comentarios: