jueves, 7 de febrero de 2008

SOLOS/AS

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Como tiene razón, no es necesario dársela. Mi Compañera de viajes apostilla en la entrada anterior y defiende el derecho a disfrutar en solitario de la vida y a esperar a la persona adecuada. Estoy de acuerdo con ella al 100%.

Para lo que siempre han (hemos) tenido pareja, enfrentarse a la obligación de empezar una nueva vida a solas, tras una ruptura, se convierte muchas veces en un drama descomunal. Volver de viaje y que nadie vaya a la estación a buscarte, llegar a casa y no tener con quien hablar o meterse cada noche en una cama en la que nadie te espera es tan duro que en ocasiones hay quien prefiere prolongar eternamente una relación muerta en la que tampoco hay estaciones ni conversaciones ni amor. Puede parecer absurdo, pero la mera presencia física a veces, es suficiente.

Hay un relato tan breve como desasosegante de Julio Cortázar, "Casa tomada" *** que narra la invasión callada de una presencia desconocida y amenazadora en la vida y la casa de una pareja de hermanos. El silencio, la soledad se comporta a veces de la misma manera. Hay que ser valiente, mucho, para emprender el camino a solas. Hay que cambiar de casa, muchas veces de amigos, luchar incluso con la tentación de volver y sobre todo, hay que aprender a vivir con ese silencio.

Dicen los psicólogos que después de una ruptura, necesariamente debe venir un tiempo de duelo, en el que nuestra cabeza y nuestro cuerpo se preparan para una nueva relación. Descubres que el duelo ha terminado el día que sales a la calle y te descubres mirando al hombre que pasa a tu lado. Si uno tiene suerte, con el tiempo, aparecerá alguien especial.

¿Pero que ocurre hasta que esa persona llega? Hay quien se lanza a recuperar de manera desesperada el tiempo perdido haciendo suya la máxima de la "mancha de mora, con otra verde se quita". Hay sin embargo dos variables en este perfil, los coleccionistas de amantes y los optimistas patológicos de los que ya hemos hablado aquí. Los primero, coleccionan experiencias sexuales. Los segundos, fracasos disfrazados de historias de amor.

En esta época de rebajas, mi Compañera de viajes, apuesta por esperar hasta dar con el par perfecto. ¿Pero como debemos esperar? ¿Compramos cada par de zapatos que se nos presente pensando que quizá nos puedan servir? ¿Nos probamos solo los que más nos gustan por lo que pueda pasar? ¿O esperamos un poquito, unas semanas, unos meses, hasta dar con el par ideal?


*** Si alguien quiere leer el relato, puede encontrarlo en http://www.lainsignia.org/2001/enero/cul_031.htm

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y si después de pegarnos "un poquito",unas semanas,o unos meses,o incluso unos añitos,esperando al Príncipe Azul... Resulta que a los cuatro días el Príncipe nos sale rana?

Nos quedamos con cara de gilipollas y volvemos a esperar otro "poquito"?

Vivimos cuatro cochinos días,muy poco tiempo como para perderlo con teorías,filosofías,divagaciones,profundos estudios sobre el tema,búsquedas de la perfección ajena... Mientras tanto,ves al resto del mundo pasear por debajo de tu ventana cogidos de la mano,e incluso algunos jurarías que son felices a ratos.Fijo que esa gente no se dedica a buscarle cinco pies al gato.(Nunca he entendido lo de los tres,siempre tienen al menos tres.)

Así que yo me quedo con los fracasos disfrazados de historias de amor.De todos aprendes algo,y más temprano que tarde,aparecerá lo menos malo.
O más tarde que temprano,pero por lo menos se intenta,y no me quedo con la duda.