lunes, 28 de abril de 2008
CAMBIAR LA HISTORIA
Desde hace algunos años milito en el bando de los que pensamos que una discusión de vez en cuando puede servir para mejorar sensiblemente las relaciones de pareja. Sin embargo, en el otro lado de la mesa y separados por una botella de verdejo de Rueda fresquito, el FHMP alega que caminar por el precipicio solo puede llevarte a que en cualquier momento, te encuentres estampado en el fondo.
Como lo miro y creo ver a Zenón de Citio sentado a la sombra y lejos del peligro, contraataco desempolvando a Marx, Engels y sus síntesis superadoras para explicar que a veces, en una discusión salen a relucir cosas que en el día a día guardamos escondidas en el fondo de nuestros cajones. No me refiero en ningún caso a una de esas broncas destructivas y dañinas, sino a algo más parecido a un debate clásico en el que ambos contendientes tienen claras las reglas del juego. No valen los reproches, ni los golpes bajos, pero si soltarnos la melena, olvidar lo que es apropiado o no lo es y en definitiva, darnos el placer de decir sin tapujos lo que pensamos.
Hay un antiguo dicho que reza “Sobreentendido, malentendido” y sirve posiblemente para casi cualquier situación. Sacar a la luz lo más oculto, ventilarlo y volverlo a guardar, limpio y planchado es un ejercicio de salud sentimental, como las limpiezas de primavera que se hacen en las casas y que muchas veces permiten que encontremos cosas que habíamos olvidado o creíamos perdidas. Se trata simplemente de poner sobre la mesa lo que hay, lo que queremos que haya y buscar la manera de conseguirlo.
Y si, posiblemente, con su estoicismo Zenón de Citio vivió muy tranquilo, pero Marx y Engles cambiaron la historia.
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4 comentarios:
Mi querida María, como ya te he dicho (y ahora lo hago público) esta entrada me ha gustado muchísimo.
Fundamental lo que dices María, pero no solo en la pareja, también en las relaciones en general. Decir lo que se piensa a veces conlleva a conflictos cotidianos; evitarlos es contraproducente, lo que en un momento parecía una chorrada y no se dice por si acasooo... luego se convierte en la gran bronca.
No se puede hacer limpieza si no decimos lo que hay en el fondo (que suele ser lo oscuro), como tú dices eso es salud.
Gracias Escarlata. Supongo que en el fondo, esto va en formas de ser. Hay quien prefiere tragar, tragar y tragar y quienes optamos por acarrear el menor lastre posible. Lo bueno de esta ultima opción es que cuando llega el momento de sacar la artilleria pesada, todo está ya dicho y por lo tanto, los golpes no suelen ser mortales.
¿Y qué me dices de la reconciliación? Confieso que no me gusta discutir pero, cuando toca, el mejor es el momento de sacar la bandera blanca y lo que llega detrás...
Siiiiiiiiiiiiii, Olissipo! Que vivan las reconciliaciones, sobre todo cuando llegan cargadas de besos y caricias.
Aunque sepamos que tres meses más tarde vamos a estar igual, solo por ese momento en que descubres lo cabezota que has sido y que aunque él tiene ese punto capullo que te saca de quicio, en el fondo no puedes dejar de quererlo, merece la pena seguir.
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