sábado, 19 de julio de 2008

SOMOS ASI DE CAFRES



Algunas mujeres tenemos la mala costumbre de reaccionar con los hombres como con los saldos de fin de temporada. Si una historia funciona bien, tendemos a actuar como cuando en las rebajas de verano encuentras justo las sandalias que buscabas, con ocho centímetros de tacón y sin embargo cómodas, del color verde que querías, en tu talla y además, tiradas de precio. Te las pruebas una y otra vez, pides la opinión de la dependienta, de tu amiga y de la señora que pasaba por ahi y cuando por fin te convences de que has encontrado el chollo de tu vida, las sacas de nuevo de la caja buscándoles una tara. Y si te empeñas, fijo que la encuentras.

No podemos evitarlo. Somos así de cafres.

Lo mismo nos ocurre con los hombres, que después de buscar y buscar, cuando por fin encuentras a alguien que merece la pena no puedes evitar pensar donde estará su tara. Aunque sea exáctamente lo que tu buscabas, aunque te guste a ti, a tus amigas y hasta a tu perro. Aunque las cosas no puedan ir mejor, tu buscas la tara.

Y si te empeñas, fijo que la encuentras. Somos así de cafres.

Y lo más curioso de todo es que esta especie de reacción alérgica nos la provocan solo los tios estupendos, los que merecen la pena de verdad. Por algún extraño motivo los impresentables pasan los filtros del control anti taras con la misma facilidad con que se cuela el café en el teclado del ordenador cuando se nos cae la taza.
Será que colapsan el sistema? Quizá.

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