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Lope de Vega escribió que El amor tiene fácil la entrada y difícil la salida y debe ser verdad, porque de los 19 días y 500 noches de Sabina, no nos libra nadie. Sobre todo de las noches.
El que nunca haya sufrido mal de amores que tire la primera piedra en este blog. El que nunca se haya levantado una mañana, la 501, pensando "¿cómo he podido ser tan gilipollas?", que lo diga y le pondremos su nombre a una calle. Y el que a pesar de todo no esté dispuesto a repetir, que busque el certificado de defunción, porque en algún sitio, debe tenerlo.
Y precisamente de estos muertos en vida para el amor, quiero hablar hoy en homenaje a un amigo, muy querido, que pasados los 50 y tras treinta años de matrimonio se ha separado de su mujer. En el momento de la separación, lo sé con certeza, no había terceras personas.
Cuando yo lo conocí por motivos profesionales, era ya para mí una referencia intelectual por su conocimiento de una parcela del arte y la historia que siempre me ha interesado especialmente. Después, nos hicimos amigos y en los momentos más duros de una historia complicadísima para mí, fue un apoyo constante y tenáz. Ahora, además, lo admiro profundamente porque ha sido capaz de empezar solo, desde cero, una nueva vida. Lo admiro porque no se ha querido resignar.
Resignación es posiblemente, y para mi, la palabra más despreciable del diccionario por lo que implica de renuncia, de derrota sin siquiera intentarlo, de claudicación final. La imagen de la resignación es la del soldado que vuelve a casa desde el campo de batalla sin haber intentado luchar. Sabe que le espera una vida gris, que pasará hambre y frío y que sus días serán siempre iguales. Pero a pesar de todo, prefiere no luchar. Se resigna porque tiene miedo de lo que pueda pasar.
Soldados como estos hay muchos a nuestro alrededor. Lo sabemos todos. A los 30, a los 40, a los 50... hay parejas que conviven compartiendo tan solo el techo que pagan a medias. No hablan, no hacen nada juntos, no tienen vida sexual, se resignan a ver pasar los días grises solo porque el miedo a lo que vendrá si rompen la baraja les puede. Miedo a quedarse solos, a llegar cada tarde después del trabajo y no encontrar la tele puesta, aunque lo que haya sea un bulto en el sofá, miedo a no tener con quien pasar las Navidades o a quedarse en casa en vacaciones, aunque cada año la idea de volver a la misma playa les agobie más. Son personas que prefieren la rutina de lo conocido al riesgo que conlleva un cambio, que se resignan a convivir con alguien por quien ya no sienten nada solo por miedo a lo que pueda venir si rompen una situación en cierto sentido cómoda. Y asi, pasan dias, meses y años y la vida se les escapa entre las manos mirando desde lejos la guerra en la que no se atreven a luchar.
Yo no se que ocurrirá con mi amigo. Si su nueva vida le traerá felicidad. Pero pienso sinceramente que la merece más que nadie, porque aunque al final pierda la batalla y regrese herido y cansado al lugar de donde vino, él ha sido el soldado que se atrevió a luchar. Y quizá os parezca una ingenuidad por mi parte, pero pienso, sinceramente, que la gente que al menos lo intenta, es la que al final, tarde o temprano, termina por ganar.
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1 comentario:
"Si te estorban las cadenas,
rómpelas y ponte en pie,
lucha por no ser esclavo,
y no preguntes porqué"
Enhorabuena para tu amigo que se ha atrevido a encauzar su vida de nuevo, superando el miedo a las críticas, los problemas, la incertidumbre...
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