El Rocketón me critica en una entrada a un post anterior e insiste de nuevo al cruzar el puente de Santiago mientras me acompaña a clase. Me pide que baje al suelo, al mundo real, que me deje de pajas mentales y filosofías de cama y llame al pan, pan y al vino, vino. De acuerdo. Hablemos pués de deseo, hablemos de sexo e incluso, si me apuras, hablemos de amor.
Pero como cada uno es lo que es, mientras tú me pides Rock and Roll, yo sacaré mis libros. Frédéric Beigbeder publicó hace un tres o cuatro años uno titulado "El amor dura tres años", una obrita presuntamente autobiográfica que arranca con la separación de su mujer, continúa con la boda con la que hasta entonces era su amante y termina con el divorcio de esta última. Y vuelta a empezar. El autor mantiene que sea quien sea el objeto de tu deseo, este no dura más de tres años. El primero, de pasión, el segundo, de costumbre y el tercero, de aburrimiento. El ciclo se repite interminablemente a lo largo de nuestra vida, seamos conscientes o no.
La tesis la comparten las investigaciones bioquímicas que hace apenas 13 años descubrieron que el amor es un proceso que se inicia en la corteza cerebral, pasa a las neuronas y de allí al sistema endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas. El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro la FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas. Es decir, el cuerpo actua por su cuenta y nosotros poco podemos hacer para resistirnos.
Con eso, es normal que Ortega y Gasset calificara al amor de "Ese estado de imbecilidad transitoria" o que Antífanes, un autor griego del año trescientos y pico antes de Cristo dejara escrito con muy buen criterio "Hay dos cosas que el hombre no puede ocultar, que esta borracho y que está enamorado". Quieras o no, cuando llega no hay quien se resista.
Pero el Rocketón, que es mucho Rocketón se resiste y desecha una tras otras a todas aquellas que se cruzan en su vida. Dice que con sus perros y sus guitarras, tiene la vida resulta, que no quiere que nadie agreda su espacio personal. En esto, se parece en algo a mi Compañera de viajes, que se sienta en la cuneta a verlos pasar, asegurando, mientras comenta las jugadas que ella no necesita a nadie más.
Y yo los miro y sonrío y pienso "ya caeréis, ya".
Pero como cada uno es lo que es, mientras tú me pides Rock and Roll, yo sacaré mis libros. Frédéric Beigbeder publicó hace un tres o cuatro años uno titulado "El amor dura tres años", una obrita presuntamente autobiográfica que arranca con la separación de su mujer, continúa con la boda con la que hasta entonces era su amante y termina con el divorcio de esta última. Y vuelta a empezar. El autor mantiene que sea quien sea el objeto de tu deseo, este no dura más de tres años. El primero, de pasión, el segundo, de costumbre y el tercero, de aburrimiento. El ciclo se repite interminablemente a lo largo de nuestra vida, seamos conscientes o no.
La tesis la comparten las investigaciones bioquímicas que hace apenas 13 años descubrieron que el amor es un proceso que se inicia en la corteza cerebral, pasa a las neuronas y de allí al sistema endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas. El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro la FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas. Es decir, el cuerpo actua por su cuenta y nosotros poco podemos hacer para resistirnos.
Con eso, es normal que Ortega y Gasset calificara al amor de "Ese estado de imbecilidad transitoria" o que Antífanes, un autor griego del año trescientos y pico antes de Cristo dejara escrito con muy buen criterio "Hay dos cosas que el hombre no puede ocultar, que esta borracho y que está enamorado". Quieras o no, cuando llega no hay quien se resista.
Pero el Rocketón, que es mucho Rocketón se resiste y desecha una tras otras a todas aquellas que se cruzan en su vida. Dice que con sus perros y sus guitarras, tiene la vida resulta, que no quiere que nadie agreda su espacio personal. En esto, se parece en algo a mi Compañera de viajes, que se sienta en la cuneta a verlos pasar, asegurando, mientras comenta las jugadas que ella no necesita a nadie más.
Y yo los miro y sonrío y pienso "ya caeréis, ya".
2 comentarios:
De nuevo me siento aludida, guapa!!
No se trata de sentarse en la cuneta y ver pasar la vida, que también apetece de vez en cuando. Se trata de sentirse a gusto con una misma, con los que te rodean y con lo que haces sin tener esa obligación, insana desde mi punto de vista, de tener que estar con alguien para que tu vida signifique algo o puedas hacer lo que quieras. Evidentemente ya caeremos.. con la persona, en el momento y lugar adecuados; de hecho todos hemos caído ya alguna vez, simplemente somos más románticos y como no, mucho más exigentes!
pienso que algunas veces se siente como siente "mi compañera de viaje" y algunas veces ni se puede pensar....simplemente creo que es cierto que no se puede ocultar la borrachera y el amor tampoco. para que ocultarlo,no? si es hermoso. futuras bioquimicas.
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