lunes, 26 de mayo de 2008

UN HOMBRE EN LA COCINA (I)

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Como no he sido precisamente bendecida con el don de la paciencia, me flipa observar a FHMP preparando una bechamel en la cocina. Uno a uno, disuelve en la leche los grumitos de harina y mantequilla como si el tiempo no importara. Y mientras lo miro ahi, con el delantal y la cuchara de madera, me da por pensar que la forma de desenvolverse en la cocina dice mucho de las personas... y no, no me refiero al cartero cuando llama dos veces.

Cuando hace treinta y tantos años mi madre se casó con mi padre, dejó de trabajar para ser ama de casa hasta que mi hermano y yo fuimos al colegio. Al principio, se levantaba cada mañana a las siete para preparar el desayuno de mi padre, hasta que se dio cuenta de que cuando él saltaba de la cama a las cinco de la madrugada para irse a pescar o al monte con los amigos, se lo hacía solo. Y no solo el café, sino incluso el bocadillo del almuerzo.

Y es que lo de los hombres y el desayuno es tremendo.

En casi todas las relaciones hay un momento en que él descubre que no puede vivir sin ti y para demostrártelo se empeña en llevarte el desayuno a la cama una mañana de domingo lluviosa. Como quiere sorprenderte, se levanta a oscuras, con tan mala suerte, que tropieza con la ropa que dejó tirada la noche anterior y se agarra justo a la lámpara de la mesita que termina estampada contra el suelo llevándose en el camino el despertador y las copas de los gin tonics de anoche.

Te despiertas de un salto y con la tensión desbocada mientras él intenta recoger los pedazos de cristal a oscuras y tanteando. Mientras esconde el corte que acaba de hacerse en el pie, para que no llames manazas, te hace jurar que te quedarás en la cama hasta que vuelva con una sorpresa. Y claro, no te puedes negar.

Apenas has vuelto a coger el sueño cuando escuchas un ruido parecido a lo que debió ser la erupción del Etna pero en tu cocina y desde el fondo del estruendo una voz que dice... cariño, la cafetera donde está?

Con mucho amor le recuerdas que es ese aparato enorme plateado y negro que preside la encimera y en torno al cual gira tu vida y en el que por supuesto, él nunca encuentra el agujero para meter el café. Como la cafetera te costó una pasta decides levantarte, pero te intercepta justo cuando sales de la cama. Ha cambiado de idea y quiere bajar a la calle a por chocolate, churros y la prensa.

Como respiras aliviada, vuelves a coger el sueño y cuando te dás cuenta, han pasado 50 minutos ya. Joer, ¿donde andará este hombre? En ese momento, aparece por la puerta reluciente, recien afeitado, con la cabeza mojada y una camisa en cada mano para que opines cual le va mejor. Y tu piensas... ¿y todo esto para comprar el pan?

Total, que entre una cosa y otra, es casi la una... y la historia, continuará

2 comentarios:

Rocketon dijo...

Madre mía, periodista, esta vez te has superado con los tópicos.

Anónimo dijo...

Un comentario muy tópico impropio de ti. Somos muchos los que nos hacemos cargo de la cocina y la compra de casa.
Gomaespuma