lunes, 8 de septiembre de 2008

TENTACIONES



Foto de Manuel Ballestín
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Corre estos días por Zaragoza una sensación compartida de angustia por el fin de la EXPO.

Lo que angustia no es que la EXPO termine, sino todo lo que hemos dejado de hacer por pereza, falta de ocasión o hartazgo. El caso es que cuando uno por fin se decide a coger el toro por los cuernos y acercarse a Ranillas, se encuentra a cada paso con colegas, conocidos y compañeros de trabajo víctimas de ese síndrome general.
Pretendemos en apenas diez dias, alcanzar lo que no hicimos en noventa.
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Foto de Manuel Ballestín

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Con la vida, a veces nos pasa lo mismo. Renegamos de una situación concreta y cuando ésta por fin cambia, parece que la echamos a faltar. Parece que somos incapaces de asumir lo bueno y lo malo de cada momento y cuando termina nos lamentamos por lo que pudo ser.


Algo así me ha ocurrido este fin de semana, el primero lluvioso de septiembre, cuando al sacar la perra por la mañana no he encontrado absolutamente a nadie. Después de un verano de multitudes, el placer inmenso de andar solas por ahí bajo una lluvia suave y con los árboles empezando a cambiar de color, ha sido indescriptible.

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Después, el domingo, mientras miraba la luz a través de los racimos de las viñas de mi padre y la perra me provocaba con una manzana en la boca para jugar, he sentido un ventarrón de nostalgia de mi vida anterior. A pie de campo, sin autobuses ni prisas, con menos responsabilidades y sin tantos marrones. Era una mañana de domingo perfecta a principios de otoño. Silenciosa, fresca, con los colores de las frutas y las flores de mi madre a mi alrededor y sin prisas por nada.


Pero afortunadamente, mi angel de la guarda estaba ahí para darme un colleja y recordarme que cuando por fin conseguí cambiar de ciudad, trabajo y vida estaba a punto de ahogarme de aburrimiento, que los días se me hacían eternos, que el trabajo me mataba y que mi vida, entonces, no era ni la mitad de feliz que lo es ahora.


Porque soy una mujer con suerte.


Porque disfruto de la ciudad, los marrones del trabajo, los atascos y las prisas de lunes a medio viernes. Porque el viernes a las tres y cinco, puedo elegir si marcharme a ver llover con la perra a solas o quedarme aquí disfrutando de mi otra, cada vez menos nueva, cada vez más feliz, vida.


Que suerte que el diablo de la tentación aparezca de vez en cuando para hacernos dudar y recordar el valor real de lo que tenemos... Aquí y ahora.


3 comentarios:

Rocketon dijo...

Me alegro, de veras, que se mantenga en el tiempo tanto comentario bonito que haces de tu vida.
Mola y no se me ocurre ni dedicarte una canción.
Pero no sufro que seguro que tú y tu súper compa os inventáis una.
Salud que haya.
Qué ganas tenéis de que venga el frío, pajarosssssssssssssssssss!!!!!!!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Esa famosa frase de Jorge Manrique "que a nuestro parescer, cualquiera tiempo pasado fue mejor", resulta realmente tentadora.

Pero cada momento tiene sus sensaciones,peligros y bondades. Eres afortunada, porque te sientes afortunada. La mayor parte de los que leemos esto, tenemos motivos para serlo, pero no nos lo creemos. No hablo de conformismo, sino de valoración.

Aunque que humano es olvidar selectivamente. No soy psicologo, pero creo que tenemos que sentirnos mal, para poder aprender a sentirnos bien, por comparativa.

Aprovecha los momentos en los que te sientes feliz, todos deberiamos hacerlo. Siempre, por desgracia, existira el contrapunto, tanto porque nos venga, como por que nos lo creamos nosotros mismos.

Nuei

Maria de Mave dijo...

Querido Rocketón, yo si que me alegré de verte y de verte tan bien!!!

Y la canción, cuando se te ocurra, cuento con ella. Besos.

Hola Nuei!!! Yo creo que la felicidad es una actitud ante la vida. Y no es dificil militar en ella. Y aunque suene cursi, solo hay que echar un vistazo al mundo para ver lo afortunados que somos. Y si no, siempre nos queda el dicho de los asturianos "NUNCA LLOVIO QUE NO PARARA"

Besos