Una pregunta. ¿Seriaís capaces de pasar un mes entero solos, sin ningún medio de comunicación con el exterior, en una cabaña en el monte en una zona completamente deshabitada? Así empieza la película que justo ahora ponen en uno de los cutre canales de TDT y en la que como podeis imaginar, según llega la chica a la cabaña, empiezan a pasar cosas raras.
La soledad, el silencio y sobre todo, el miedo físico. Ese que sentimos de vez en cuando al sentirnos vulnerables, desprotegidos. A veces es algo tan tonto como que la luz se apague en el garaje o que una noche que duermes sola empiecen a sonar ruidos extraños. Seguro que Arm recuerda aquella vez en que un apagón general en mi barrio lo tuvo al otro lado de mi teléfono un buen rato solo porque estaba muerta de miedo. Después, cuando encuentras el interruptor de la luz o descubres que el ruido lo hacían como cada noche las cañerías, te sientes como una imbecil y el pulso vuelve a su ritmo habitual, pero el miedo te ha dejado ya una pequeña marca.
Para algunos es la soledad, para otros el sentirse encerrados en sitios pequeños o al contrario, verse solos en grandes espacios vacíos. A veces es un susto en el coche, cuando ves que te has librado por los pelos de volcar en una curva en la que has entrado demasiado deprisa o una noche, si vuelves a casa acortando por calles peatonales y oscuras y te cruzas con gente de aspecto extraño.
El cine juega con otro tipo de miedos, los que se alimentan del suspense y la sorpresa y que al terminar la película almacenamos involuntariamente en nuestro disco duro. Y ahí se queda. Y cuando menos lo esperamos, salta de repente.
En fin, que yo me estoy poniendo paranoica y creo que FHMP se ha dado ya cuenta de que cada vez que la peli se pone chunga, yo busco una excusa para irme a otra habitación de la casa. Y una cosa es ser una cobarde incapaz de ver una pelicula de serie Z y otra, que todo el mundo lo sepa.
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1 comentario:
Todavía hoy me hago cruces.Con lo putas que las pasé durante mi primer y último fín de semana de camping en la montaña.Aquello sí que era una tormenta,aquello sí que acojonaba.Sonaba de tal manera que pensaba una y otra vez "Este ha socarrao a los de la tienda de al lao." Y mientras tanto.mis "compañeros",roncando como señores.
Por eso no entendí ni entenderé la noche en que durante una de esas ridículas tormentas que caen en Zaragoza,de las de cuatro relámpagos y dos truenos lejanos,me llama una nativa de pleno corazón del Pirineo,nerviosa como un flan,preguntando que si a mí también se me ha ido la luz.A la vez que se asomaba a la terraza a chillar a los vecinos de abajo que si también se les había ido la luz.(Respuesta obvia.)
En aquel momento no lo reconoció,pero me percaté.Tenía un punto débil,y era el que menos me podía esperar yo.
Que una montañesa pasase miedo durante una llovizna en la capi de los almendrones.
El mundo al revés.
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