Se ve que este verano nos ha dado por la vena nostálgica y mientras yo andaba constatando que los foros romanos no han cambado nada en diez años, S., mi ex, volvía a comprobar los estragos que en algo menos de tiempo, el capitalismo ha llevado a la vieja Moscú.
De su visita a la Plaza Roja, me ha traído un montón de tabletas de chocolate "OCTUBRE ROJO", el mismo que comprábamos en nuestro primer viaje a la antigua Unión Soviética en un puestecito junto al Parque de los Logros Tecnológicos de la URSS. Como por aquel entonces, el plena Perestroika, la economía soviética no estaba para tirar cohetes habían inventado un sistema que consistía en batir el chocolate hasta conseguir una especie de mousse llena de burbujitas y que básicamente permitía que con el peso de lo que hasta entonces habría sido una tableta, salieran tres. Años después, Milka lo lanzaría al mercado europeo como una gran innovación, pero para entonces, yo recordaba con nostalgia aquelo chocolate ligero deshaciéndose en mi boca frente al traje espacial de la perrita Laika.
Entre el cargamento de tabletas de chocolate, hay además un libro maravilloso sobre la colección de iconos ortodoxos de la Galeria Tretyakov (El Prado, Louvre o National Gallery en versión rusa) que curiosamente tiene por portada el icono de "Los Principes Boris y Gleb en un caballo negro", los primeros santos canonizados por la iglesia soviética rusa, y cuya reproducción vino en mi maleta con un busto de Lenin en aquel primer viaje a Rusia.
Entontoces, todavía se podían comprar cosas en los viajes y más en los países del este vírgenes al turismo de masas. Una viajaba por Rumanía y encontraba juguetes artesanos de madera que reproducían a Vlad Tepes, el auténtico Conde Drácula y un verdadero héroe nacional. O volvía de Bulgaria con cosméticos de rosa mosqueta comprados juntoa una tumba tracia que tenían el encanto de los auténticamente tradicional.
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Ahora, la globalización ha hecho que vayas donde vayas, todo sea igual, hasta el punto de que el verano pasado, en lo más alto de Petra, en Jordania, un puestecillo a pocos metros de El Monasterio, exhibiera el mismo collar de piedras que pocos meses antes había comprado en Carnaby Street.
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Las librerías de Roma y Florencia venden ahora las mismas ediciones que puedes encontrar en la FNAC. Los collares de las mujeres jirafa de Tailandia, los encuentras en Zara y las sales de baño del Mar Muerto, triunfan en Sephora. Incluso los chocolates Leónidas que antes traímos en cada viaje a Bruselas, han abierto tienda junto a la plaza del Pilar.
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Y si, todo está más cerca y para comprar cualquier queso del mundo solo hay que ir a El Corte Inglés, pero el encanto de las compras en los viajes se ha perdido para siempre. De hecho, en ocho dias en Roma y Florencia fui incapaz de encontrar nada que no pudiera comprar aquí...
6 comentarios:
¿Carmencita la hacendosa?
me gustaba mas María
Besos, todos los posibles
amparito
Te pongo un ejemplo de eso que hablas a pequeña escala. Estando este verano en los Pirineos, entro en una tienda de "productos típicos de la tierra" y lo primero que me encuentro es una caja de bombones de higo de la provincia de Cáceres, seguido de una selección de aguas minerales de diferentes países. Me quedé boquiabierta y con las mismas, horrorizada, salí de la tienda...
Qué te voy a contar que no hayas dicho ya...
La globalización ha hecho del planeta un gran bazar y de las ciudades pequeños zoológicos humanos donde se pasean ejemplares de las diversas regiones del planeta, sin apenas mirarse entre sí, ni falta que les hace.
Si se difuminan hasta dejarse de ver las diferentes identidades, más allá de lo folcklórico, si se transportan innecesariamente de un lado a otro gentes y tradiciones, si se despueblan zonas para superpoblar otras, si se impone a sangre y fuego el "american way of life", probablemente de lo más perverso que hayamos conocido, no me quiero imaginar el escenario resultante de una de esas cíclicas depuraciones colectivas que, de cuando en vez, el género humano se da a sí mismo.
En fin, esto es lo que hay; compra en Zaragoza puro chocolate belga vendido por una dominicana...
!Viva la multiculturalidad!
Vamos camino de nada...
Y bueno… nunca puedo definirme de que lado de la globalización estoy, si bien es cierto todo lo que dices, llevemos la globalización a la definición más básica; que es la tendencia a bajar precios de transporte y comunicación, es gracias a la globalización que gente como yo tenga la oportunidad de asomar las narices al mundo.
Por último, por el mismo proceso de globalización existen grupos que se aferran más a su identidad, y si bien es cierto que existen otros que la pierden por completo, podría ser que en todo eso estemos ante un proceso llamémosle revolucionario en el que solamente puede sobrevivir el más fuerte… hay una parte melancólica en mi que opina que las costumbres deberían subsistir, entonces recuerdo costumbres como los matrimonios arreglados y entro en tal confusión que no podría decirte cuales costumbres deben sobrevivir y cuales no, entonces prefiero regresar a mi lado práctico y opinar que sobrevivan las mas fuertes.
Y todo esto por como afecta la globalización a unos viajes de turismo… jajajajaj, lo siento, el tema me hace divagar.
Saluditos!
jajajajajaja!
Amparito, que más quisiera yo que ser Carmencita la Hacendosa. Mi madre, que se ha subido al carro de internet me ha pedido que le haga un blog donde colgar las fotos de sus creaciones y como yo ayer tenía el día torpe, lo linké al mío. Ahora lo cambiaré.
Lupita, los bombones de higo no los probé en mi viaje por Extremadura, pero me vine aferrada a una caja enorme de perrunillas...
Rocketón, tienes razón. Vamos camino de un mundo en el que todos vestiremos igual, comeremos lo mismo y lo peor, pensaremos igual. Eso claro está, entre los que tengan el mismo poder adquisitivo, porque la pobreza hace ya siglos que es la misma en muchos lugares del mundo.
¿Quien determina Lilyth lo que debe perdurar o lo que no? Leyéndote me venían a la cabeza las reservas indias, o más cerca, aquí, en mi tierra, los turistas fotografiando a los últimos ansotanos que vistieron el traje tradicional.
Me acordé de Ansó tambien al leer tu comentario (acabo de terminar el curso de Severino Payaruelo de Viajeros del Pirineo)Nos veian transparentes a los habitantes de aquí, nosotros vemos transparentes a los habitantentes de cualquier pais "exótico" que visitamos... a no ser que los consideremos como nuestros iguales. Puede hacerse.
No digo que DEBA hacerse, ni siquiera que yo lo haga... por desgracia.
Besitos desde el Pirineo que ya veo lo bien que te sienta
Ampa
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