martes, 30 de septiembre de 2008

TRATADO SOBRE LA INFIDELIDAD III: Jugando a dos bandas


Sigo rescatando comentarios que llegan a entradas anteriores y que merecen una segunda lectura.

Anónimo apunta:

“…Se puede amar a dos personas a la vez. ¿Se puede incorporar otra persona en tu vida sin mover ninguna pieza del puzzle que ya tienes perfectamente montado??? Sí... siempre que esa otra persona ame de verdad y sepa respetar lo que ya se encontró.”

¿Se puede amar a dos personas a la vez? Desde mi punto de vista, no de la misma manera. Quizá mi problema es que tengo una visión demasiado “perfecta” del amor, pero pienso que cuando de verdad amas a alguien, no necesitas nada más. Otra cosa es cuando ese amor evoluciona y el sexo, por ejemplo, empieza a decaer. Sigues amando a la persona que te acompaña en el día a día pero echas de menos la pasión que compartíais en los primeros años de relación. Y posiblemente, intentes mantener lo bueno de la historia que dura ya muchos años, buscando fuera lo que no tienes en casa.

¿Qué es una postura absolutamente egoísta? Si, pero tan egoísta como real. ¿Cuántas personas no están dispuestas a cualquier cosa por conservar un status económico o social, una vida familiar cómoda o una rutina agradable sin renunciar por ello a la pasión que encuentran fuera?

Anónimo pinta el cuadro desde el punto de vista de aquel que incorpora una nueva pieza a su vida, pero sería interesante saber lo que opinan las otras dos. ¿Qué pensará su pareja? ¿Lo sabe o vive ajena a la situación? ¿Hay cónyuges que no se enteran o más bien no quien enterarse? ¿La pieza que se incorpora podrá mantener su posición o tarde o temprano querrá exclusividad?

¿Es posible una relación a tres bandas abierta o tarde o temprano la situación termina por estallar?

domingo, 28 de septiembre de 2008

TRATADO SOBRE LA INFIDELIDAD II: Perdón y olvido



Leo en los comentarios de la entrada anterior a Gabriel diciendo "...Es decir, un "desliz" sexual, dolería, pero podría ser perdonado (que no olvidado) con tiempo..." y me vienen a la cabeza los versos de Aleixande en Espadas como Labios y una imagen, la mía, llorando frente a un espejo en un hotel en cualquier lugar de Castilla.

¿Se puede de veras perdonar sin forzar el olvido?

Yo creo que no.

Quizá se trate de un resto antiquísimo que la evolución no ha podido destruir aún y que nos pone en guardia contra las personas que alguna vez nos fallaron, pero esa visión tan generosa del "PERDON" con mayúsculas, del borrón y cuenta nueva, no termina de caberme en la cabeza.

Las opiniones, claro, las construimos cada uno en función de nuestras historias personales, de las caídas, las cicatrices y los momentos de gloria. Quizá por eso, pienso que una infidelidad, un desengaño o una mentira es el primer paso de un camino que ya no tiene vuelta atrás. Aunque la generosidad del amor pretenda que ahí no ha pasado nada, aunque intentemos convencernos de que fue un momento de debilidad y aunque la otra parte emprenda una senda de redención para purgar sus "pecados". Todos tenemos un "cuarto oscuro" donde guardamos recores y miedos y de vez en cuando se abre como la caja de Pandora. Cuando las termitas de la desconfianza han comenzado a realizar su trabajo, a pesar de los químicos, las cuarentenas y los barnices, es imposible pararlas.

Se puede perdonar, claro, pero ¿quien puede garantizar que en la próxima discusión la basura que guardamos bajo la alfombra no saldrá despedida con fuerza en un momento de tensión máxima?

Porque amamos y somos generosos y nos convencemos de que el amor puede con todo, pero en el fondo, somos sobre todo humanos. Y las cicatrices de las heridas viejas duelen cuando llueve aunque hayan pasado muchos años.

¿Se puede perdonar sin olvidar? Yo creo que no.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

TRATADO SOBRE LA INFIDELIDAD



"Yo no le pido fidelidad, le pido lealtad"

Cuando oigo a algunas mujeres pronunciar esta frase gloriosa, lo primero que me pide el cuerpo es tirarles un diccionario, no solo para ver si con el susto reaccionan, sino para que comprueben que semánticamente, lealtad y fidelidad están viculadas una a la otra (http://www.rae.es/) y que si lealtad se define como el cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad, ésta aparece en el diccionario de la Real Academia como "lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona".




Dicen los abogados que todos los matrimonios por amor deberían declararse nulos, puesto que el amor nos nubla los sentidos e inhabilita para el raciocinio. Quizá por eso cuando la persona a quien se ama profundamente es infiel, muchas mujeres busquen en la presunta lealtad la justificación a esa traición.

En una de esas tertulias de mujeres, publicada en una revista femenina, se planteaba la diferente percepción que hombre y mujeres tenemos sobre la infidelidad. A lo largo de unas cuantas páginas, una periodista, una empresaria, una escritora y una psicóloga, todas ellas rozando los cincuenta, desgranaban sus opiniones sobre el tema, entre las que por cierto, había frases gloriosas de la que me permito rescatar algunas:

"Me pregunto por que cuando se van con una prostituta parece menos pecado. ¿Es porque no hay afectos y se trata de una transacción económica? ¿Es porque a las mujeres les importa más la infidelidad emocional que la sexual?

"La infidelidad se divide en dos tipos: la que conlleva premeditación y la que no."

"Hemos de reivindicar la lealtad, porque hay traiciones mucho más dolorosas que una infidelidad sexual"


Las leo una y otra vez intentando convencerme de que sí, de que quizá en esto de la infidelidad hay grados. Que uno puede ser un poco infiel, bastante infiel o muy infiel y me pregunto si la gradación la da el número de amantes, la frecuencia de los encuentros o como cuando teníamos 16 años y empezábamos a tontear con chicos, hasta dónde le dejamos llegar.



Pero el interés de todo esto no está en los grados sino en el origen, en un viaje siempre doloroso hacia ese interior oscuro que nos gusta mantener con las puertas bien cerradas. ¿Que nos empuja a ser infieles? ¿Por que buscamos justificaciones cuando somos víctimas de una infidelidad? ¿Es posible hacer borrón y cuenta nueva? ¿Se puede sobrevivir como pareja a una infidelidad?


*** Las fotos son de Manuel, en Valderrobres.

martes, 23 de septiembre de 2008

Este es el último sms que te envío



Bip-bip

“Este es el último sms que te envío. Besos”

Confieso que lo primero que pensé al recibir el sms fue “Joer, Fulanito me planta.” Luego me di cuenta de que los tiempos de sobresaltos en mi vida terminaron hace meses y que sería absolutamente impropio de él ser tan poco elegante. Así que valoré la posibilidad de que le hubiera llegado una factura de teléfono descomunal y sus genes sorianos se hubieran rebelado ante la cifra en cuestión obligándole a suprimir los mensajes tontorrones a todas horas. Pero considerando lo cariñoso que está últimamente, tampoco me cuadraba.

Así que lo llamé.

“Querido, ¿que pasa? ¿Te han metido una clavada los de Telefónica?”


“Sipppppppppppppppppp. Menudos cabrones. Desde que te conozco voy de palo en palo. Pero no es eso.”


“¿Entonces? ¿Te vas a quitar el móvil?”

“Norrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr. Mejor. Tengo un Iphone!!!!!!!!!!!!!!! A partir de ahora, solo correos electrónicos, que son gratis”


Un Iphone, conseguido, dicho sea de paso gracias a mi inestimable colaboración a la hora de aumentar sus facturas y por lo tanto, su cuenta de puntos.

Así que ahora somos tres, Fulanito, su Iphone y yo. Juntos hemos ido este fin de semana a Barcelona, juntos hemos hecho siesta, juntos vemos la tele…

Ayer mi jefa me ofreció cambiar mi Blackberry por una HTC. Y confieso que por un segundo dudé. Justo hasta que vi sobre la mesa a mi querida Blackberry, con el colgajo de Nepal y la foto de la perra, la que rebota sobre el suelo del despacho varias veces al mes y resiste, la que me ha acompañado por medio mundo sin fallar nunca, la que guarda recuerdos de los últimos tres años de mi vida…


En resumen, que aunque hay quien considera que soy, y cito textualmente "un ejemplar extraño en versión femenina del homus tecnológicus", no es cierto. Tengo corazón. E igual que he admitido que el Iphone de Fulanito se incorpore a nuestra vida doméstica e incluso he puesto buena cara, no voy a cambiar a mi queridísima Blackberry por cualquier engendro que me pongan delante. Por mucho que brille.


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lunes, 22 de septiembre de 2008

LA DELGADA LINEA ROJA



Una gurú norteamericana de las relaciones personales contaba en su best seller que cuando decidió dejar a su marido y refugiarse con su hijo en casa de su madre, esta le obligó a sentarse en la mesa de la cocina con un cuaderno en blanco delante. Trazó una línea y le pidió que en la columna de la izquierda escribiera todas las cosas de su marido que le sacaban de quicio, absolutamente todas.

Ella comenzó por lo más importante, "ya no me desea" "apenas me habla" "me ignora constantemente"... para terminar con pequeños detalles de la vida cotidiana, "deja la ropa tirada en el suelo" "nunca ordena la casa" "salpica cuando se ducha"...

Cuando terminó, esperaba que la madre le pidiera que en la otra columna anotara aquellas cosas por las que hace ya algunos años se enamoró de él. Sin embargo y para su sorpresa, su madre le ordenó anotar junto a cada detalle molesto de su marido la reacción que ella tenía. "Me enfado" "No le dirijo la palabra" "Me voy de la habitación dando un portazo..."




Hasta aquí la historia que hace que corra el riesgo evidente de convertirme en una copia casera de Coelho o Bucay. Dios me libre. Y si no me libra, que al menos sea a título póstumo, de manera que cuando me llegue el reconocimiento y los miles de fans yo ande ya chamuscándome en el infierno de las cuñadas rencorosas.

Lejos de querer emular a los astros de la autoayuda, si es cierto que la historia nos obliga a mirarnos de frente en un espejo en el que reflejan las miserias de quien comparte la vida con nosotros, pero sobre todo las nuestras.

¿En que momento de una relación se cruza esa delgada línea roja en la que dejas de hablar con tu pareja, aunque sea para pedir, protestar e incluso discutir y simplemente comienzas a acumular ofensas y agravios? ¿cuando importa más tu propio rencor que la posibilidad de solucionar un problema que casi siempre es nimio? ¿que tiene que ocurrir para que amagar una caricia ya no merezca la pena?

Siempre me he preguntado por que, si casi todos somos capaces de saber el momento preciso y el detalle que hace que nos enamoremos de alguien o descubramos que una historia tiene posibilidades, no somos sin embargo lo sufientemente perspicaces como para adivinar que emprendemos un camino sin retorno. Porque cuando se cruza la línea roja, ya no hay marcha atrás.




jueves, 18 de septiembre de 2008

PAIS DE IRRESPONSABLES



Justo el día en que La Comisión de Igualdad del Congreso ha aprobado la creación de una subcomisión que va estudiar la modificación de la ley del aborto llega una nota de prensa sobre un estudio realizado por la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia que asegura que el 45% de las mujeres aragonesas de entre 15 y 50 años no utiliza ningún método anticonceptivo. O sea, que teniendo en cuenta que el estudio se ha realizado entre mujeres con vida sexual activa, o de repente nos ha entrado una euforia maternal irrefrenable o casi la mitad de las mujeres se la juega en cada coito.


El pasmo sigue al leer que el coitus interruptus –llamado popularmente “marcha atrás”- es el tercer método anticonceptivo más utilizado por las aragonesas, después del preservativo masculino (53%) y la píldora (43%).
Impresionante.

Menudo país de irresponsables.


miércoles, 17 de septiembre de 2008

MIEDO


Una pregunta. ¿Seriaís capaces de pasar un mes entero solos, sin ningún medio de comunicación con el exterior, en una cabaña en el monte en una zona completamente deshabitada? Así empieza la película que justo ahora ponen en uno de los cutre canales de TDT y en la que como podeis imaginar, según llega la chica a la cabaña, empiezan a pasar cosas raras.

La soledad, el silencio y sobre todo, el miedo físico. Ese que sentimos de vez en cuando al sentirnos vulnerables, desprotegidos. A veces es algo tan tonto como que la luz se apague en el garaje o que una noche que duermes sola empiecen a sonar ruidos extraños. Seguro que Arm recuerda aquella vez en que un apagón general en mi barrio lo tuvo al otro lado de mi teléfono un buen rato solo porque estaba muerta de miedo. Después, cuando encuentras el interruptor de la luz o descubres que el ruido lo hacían como cada noche las cañerías, te sientes como una imbecil y el pulso vuelve a su ritmo habitual, pero el miedo te ha dejado ya una pequeña marca.

Para algunos es la soledad, para otros el sentirse encerrados en sitios pequeños o al contrario, verse solos en grandes espacios vacíos. A veces es un susto en el coche, cuando ves que te has librado por los pelos de volcar en una curva en la que has entrado demasiado deprisa o una noche, si vuelves a casa acortando por calles peatonales y oscuras y te cruzas con gente de aspecto extraño.

El cine juega con otro tipo de miedos, los que se alimentan del suspense y la sorpresa y que al terminar la película almacenamos involuntariamente en nuestro disco duro. Y ahí se queda. Y cuando menos lo esperamos, salta de repente.

En fin, que yo me estoy poniendo paranoica y creo que FHMP se ha dado ya cuenta de que cada vez que la peli se pone chunga, yo busco una excusa para irme a otra habitación de la casa. Y una cosa es ser una cobarde incapaz de ver una pelicula de serie Z y otra, que todo el mundo lo sepa.


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martes, 16 de septiembre de 2008

TOCAR LA FLAUTA



FHMP volvió ayer al gimnasio con el firme propósito de tomárselo en serio tras ocho meses de desmadre. Los ocho meses que lleva saliendo conmigo, claro.

Yo no.

Yo me di una vuelta por Zara a ver que había, limpié un poco en casa, me metí en la cama a las diez y media y me di un atracón de Paul Auster. En resumen, recuperé mi vida normal.

Es curioso como cosas que para unos pueden ser un placer para otros resultan una auténtica tortura. El deporte, el fútbol en televisión, la ópera, salir al monte... Ahora mismo, bajo la ventana de mi despacho no dejan de pasar aficionados al footing luchando contra el cierzo que pega fuerte aquí en el valle del Ebro.

Cuando yo era cría odiaba con todas mis fuerzas las clases de música en el colegio de monjas. Tanto que mi mente se cerró en banda y pasé ocho cursos sin conseguir arrancar ni una sola nota a aquella flauta de plástico con funda de ganchillo verde que a la salida de clase usábamos para batear las bolas de nieve. Solo había una cosa que aborrecía casi más, las clases de gimnasia para niñas que impartía martes y jueves una antigua militante de la Sección Femenina con falda de cuero y chaqueta de chandall. Pasábamos aquellas clases corriendo los cien metros en la calle junto al colegio los dias de primavera e intentado emular a Nadia Comaneci con una ridículas cintitas de raso rosa cuando llovía.

Un día al volver del colegio mi padre me preguntó si había pensado que quería ser de mayor. Yo le contesté que quería trabajar con libros y antiguedades, ser arqueóloga, viajar por todo el mundo y escribir novelas de egipcios. No se si fue una decisión práctica o una maniobra para ver si se me iba la tontería de la cabeza, pero me compró una Olivetti y me envió a clases de mecanografía. La Olivetti pesaba más que yo y las clases las impartía la mujer de un policía nacional que antes de casarse había sido secretaria.

En aquel salón oscuro de piso de alquiler sin apenas muebles, nos sentábamos tres tardes a la semana la mujer del policía, una chica morena con granos en la cara que intercambiaba confidencias con ella y yo. Y pasábamos un hora aporreando aquella Olivetti durísima que todavía debe andar por casa.

Un buen día, la chica morena con granos en la cara no volvió a aparecer. Poco después llegó el verano y terminaron las clases. Para navidad la chica morena con granos tuvo un bebé y se casó con un novio extremeño que conoció haciendo la mili. A la mujer del policía, nunca la volví a ver.

Ahora, 25 años después, sigo siendo incapaz de apretar la ñ con el meñique, asi que la evito cambiando la palabra siempre que es posible. Y sigo sin saber tocar la flauta.



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domingo, 14 de septiembre de 2008

"CHE, el Argentino"


Dicen que el que no es comunista a los 20 años, no tiene corazón y que el que lo sigue siendo a los 40, no tiene cabeza, o en lenguaje más llano, es gilipollas.

El asunto me viene a la cabeza porque varios de los blogs que visito de vez en cuando han publicado posts sobre el estreno de "CHE, el Argentino", la película de Benicio del Toro.

La cuestión es que todos tenemos un pasado y el mío incluye una tesis doctoral inacabada sobre los medios de comunicación en la Revolución Cubana, tesis que me tuvo algunos años buceando en el Granma y en la prensa internacional buscando las historias de aquellos hombres y mujeres que desde una isla del caribe fueron capaces de hacer creer a muchos que otro mundo era posible.

En aquel tiempo vivía entre la Biblioteca Nacional y la Casa de América, donde todos los meses programaban ciclos de cine latinoamericano en una sala pequeñita, de apenas 50 butacas y donde nunca estábamos más de veinte o treinta espectadores. Cuba tenía entonces una industria cinematográfica muy potente y estudiantes de todo el mundo viajaban a La Habana para aprender nuevas técnicas. Algunos, venían a Madrid a presentar sus películas y hablaban de la revolución con una mezcla de entusiasmo y fé que resultaba más que seductora. También es cierto que entonces tenía poco más de veinte años.

Luego, la vida me llevó por otro camino y la tesis nunca llegué a leerla. Guardo, claro está, la documentación, los libros y algunos contactos. También el temor de ir al cine y ver si Benicio del Toro ha sido capaz de encarnar a ese CHE que yo dibujé en aquellos años o si su imagen rompe radicalmente la figura de mi recuerdo.

Joaquín Sabina dice en una de sus canciones "Al lugar donde has sido felíz nunca debes tratar de volver" y yo, en casos como este, lo creo a pies juntillas.


viernes, 12 de septiembre de 2008


Una de las cosas buenas que tiene mi trabajo es que vas de gorra al teatro, ves los conciertos desde la zona vip y te invitan a unas cuantas fiestas potentes al mes.

Una de las peores cosas que tiene mi trabajo es que te acostumbras a ir de gorra al teatro y cuando tienes que pagar te jode un montón, los conciertos a pie de escenario y con la peña dándote codazos te parecen un suplicio y los cáterings normalitos de canapé de salmón y aceitunas rellenas los terminas viendo como un cutrerío.

El caso es que la semana pasada me invitaron a dos fiestas en el mismo día y allá que me fui con el Fulanito debajo del brazo. Como normalmente entro a currar a las ocho de la mañana y me voy al sarao de tirón, intento llevarme los mega tacones y un vestido (el negro, el otro negro o si no, el negro) en una bolsa o bien, si la pereza me puede al levantarme, que suele ser lo normal, me voy vestida de negro desde el punto de la mañana y me siento todo el día como si hubiera tragado el palo de una escoba confiando que no se arrugará. Se arruga, claro. Pero para disimularlo tengo un cajón en el despacho lleno de pares de medias y fulares que tapan todo lo que haya que tapar.

Inauguraban el mayor centro comercial que he visto en mi vida y como suele pasar en estos casos, había dos fiestas paralelas: la de la tropa para los empleados y la vip, que se diferencian básicamente en que en la primera sacan una bandeja con 50 bolitas de foei con pistacho y naranja confitada para 500 invitados y que en la segunda sacan 500 bolitas para 50 privilegiados, que además suelen estar a dieta y no comen. Nosotros, a pesar de llevar invitación vip, si comimos. Joer que si comimos. Aquello no era un cátering, eran las bodas de Canaan y aquellas chicas no dejaban de pasar bandeja en ristre con decenas y decenas de cositas minúsculas que engordaban más que un cocido completo.

Después de dos horas y cuando ya llegabamos tarde a la segunda fiesta (la inauguración de una nueva FNAC), Fulanito se negaba a marcharse. Cada vez que yo dejaba la copa de vino en la mesa y me despedía, él se hacía el longuis. Al final, mosqueada ya, lo llevé a un aparte. No se como, había conseguido copia del menú y estaba empeñado en esperar a los fritos. Media hora después, los fritos seguían sin salir y yo no dejaba de pensar en aquellos entremeses que nos daban antes en las bodas, con la ensaladilla, la croqueta y el langostino y como nos han timado al cambiarlos por la puñetera vichisoisse.

Por fin, consegui arrastrarlo a la fiesta de la FNAC y ahí, tuve una revelación. Comprendí lo que debe sentir Victoria Beckam mientras paseaba por una tienda práticamente vacía con una copa de cava en la mano...

Mientras yo andaba en las nubes, Fulanito se había dado cuenta de que el negocio es el negocio y que mucho cava, mucho discjockey cool, mucha Carmen París en directo, pero las cajas funcionaban. Vamos, que se podía comprar. Y cogió una cesta.

Si hay algo en lo que Fulanito y yo coincidimos es en nuestra tendencia a exprimir al máximo la tarjeta en la FNAC (de hecho, nuestra primera cita con intenciones obvias fue en la FNAC....) Y no es que nos dieran las diez y las once, las doce, la una y las dos, como a Sabina, pero el caso es que salimos de la puñetera fiesta, cargados de cosas. El, con dos Asterix que le faltaban y una edición del Principito para su sobrino y yo, con otro Paul Auster y un pack de tres DVDs con versiones inglesas de las novelas de Jane Austen que todo apunta que tendré que ver sola (hasta me ha mandado un sms recordándome que ni atado se traga ese full). Y yo no se si para comprarme y evitarse ver las pelis o porque en el fondo me quiere, Fulanito me regaló una Moleskine edición Roma para que ordenara las cosas del último viaje.

Y ahí está el problema...

(continuará)

jueves, 11 de septiembre de 2008

SOLO PARA MUJERES QUE PASEN DE LOS 30 Y EN SU VIDA HAYAN HECHO DEPORTE



El amor es la hostia, pero engorda un huevo.

Me refiero a "un huevo" como medida universal, esa que todos entendemos a la primera y que no deja lugar a dudas. El huevo de gente que hay en la Expo, el huevo que te han costado los zapatos nuevos o el huevo de curro que te espera por perder el tiempo alimentando el blog. En definitiva, un huevo.

Antes, cuando estaba en el mercado, apenas paraba en casa. Comía cualquier cosa y cuando volvía por la noche después de echar tres cañas me iba a la cama directa. Como vivía sola, compraba lo justo para ir tirando y mi nevera parecía Siberia en navidad. Si salía al campo era a machacarme con la perra y el grupo de montaña y cuando quedaba a cenar con amigas era una ensalada y en paz.

Ahora que gracias a Fulanito me he retirado, ceno románticamente al menos seis días a la semana, desayuno como dios manda sábados y domingos y tengo la nevera llena a reventar. Además de besos ha introducido en mi dieta los muffins de chocolate, el Trina de naranja y un vinito bueno para cenar. Y para rematarla, el hombre cocina mejor que Arguiñano. Cuando vamos de campo damos el paseito preciso para justificar la excursión y volvernos a la siesta y entre cines, conciertos y teatros pasamos más horas sentados que de pie. Como además es un caballero, me lleva en coche al trabajo cada mañana y me recoje al salir. Total, que lo más que ando es el camino del despacho a la máquina de café.

Pero lo más frustrante de todo es que en ocho meses no he conseguido que tengamos una bronca. Una de esas gordas, que te tienen tres días cabreada y sin poder comer, los tres días justos para recuperar el tono perdido con tanta cena y dejarte estupenda para la reconciliación. Y si hemos llegado a este punto, yo creo que la cosa no tiene visos de cambiar.

Total, que he pensado apuntarme al gimnasio. Con un compañero de curro, por aquello de que uno tirará del otro y no dejaremos de ir. Pero como llevo desde que terminé el instituto sin hacer más ejercicio que andar por el monte, no tengo chandal ni zapatillas ni nada similar. Así que Fulanito se ofreció a acompañarme a comprar el equipo.

Joer! Hacía años que no me sentía tan idiota deambulando entre los pasillo del Decathlon. ¿Tan difícil es comprar unas zapatillas?


- Me gustan las moradas.

- Eso es una mariconada. No te sirven ni para bajar a por el pan. Toma, pruebate estas que te irán bien.

- 100 euros en unas zapatillas para ir dos veces al gimnasio? Tu flipas.

- Vale, mira estas a ver.

- Son horrorosas con esas rayas de colorines. Pareceré un rapero.

- Las Nike blancas pues...

- No, que son como las que llevaba en el colegio y me dan mal rollo.

- Y las adidas marrones?

- Son muy grandes, me harán patotas.

- A ver estas rojas

- No me pegan con nada

- (grñgñgrñgrñgrñgrñ...)



- Vale, vamos al Corte Inglés.


Total, que en una tarde sudé como en mi vida he sudado probándome todas las zapatillas de las siete tiendas de deportes que hay en el centro comercial y sin decidirme por ninguna.

Así que he pensado que si estiro el tema, entre zapatillas, pantalones y camisetas de sudar, igual ni me apunto al gimnasio y la pasta de la cuota y las zapatillas me la gasto en un vestido que ya tengo ojeado.

Lo malo es que después de la compra frustrada, nos fuimos a cenar....



miércoles, 10 de septiembre de 2008

LA VIDA INVISIBLE



"Pero no hay secreto que no acabe fermentando, como no hay ahogado que, tras hundirse y reposar en el lecho de un río, no acabe emergiendo a la superficie, convertido en una monstruosa caricatura de carne corrompida. Quien lo probó, lo sabe."

LA VIDA INVISIBLE


Juan Manuel de Prada


Últimamente y aburrida como estoy del aluvión de presuntas novelas históricas y autores de best sellers que se autoplagian libro tras libro, me ha dado por husmear entre las estanterías, siempre más humildes y habitualmente ubicadas en el fondo perdido de la tienda, de los libros de bolsillo.

Ahí encontré "La vida invisible" y en esta historia de decisiones absurdas que desencadenan grandes tragedias, en esta historia de dolor y culpa, encontré la frase del inicio. Es absolutamente cierta. Quien lo probó, lo sabe.



martes, 9 de septiembre de 2008

CIRCUNSTANCIAS

Como el debate sobre la lucha de clases, la herencia del franquismo e incluso la naturaleza última del ser humano lo están resolviendo a la perfección Rocketón y Amparito, vuelvo a las andadas con la parte más frívola de todo esto y con una pregunta que en los últimos días no me saco de la cabeza. ¿Tiene edad el amor?

No me refiero a la diferencia de edad en una pareja, sino a las edades del amor, a como amamos a los 20, a los 35, a los 50 o como en el caso de la entrada que ha suscitado el encendido debate, a los 85.

Posiblemente, la Duquesa de Alba, como otras muchas mujeres que confiesan vivir un gran amor en últimos años de su vida, solo buscaba compañia, cariño, alguien que estuviera ahí. Cuenta que en realidad no se veían mucho, pero que él la llamaba cada día y que ella, veía pasar las horas con una ilusión nueva esperando que el teléfono volviera a sonar. Una ilusión que iluminaba sus días y hacía más llevaderas las horas de soledad.

Siempre he pensado que en realidad no existe "El hombre de tu vida", sino "El hombre de tus circunstancias" y que la vida
sentimental se escribe gracias a los hombres que responden a un momento concreto y que cambian como cambiamos nosotras. Si tienes suerte, el hombre que a los 25 te deslumbró emocional y físicamente, seguirá siendo un aliado intelectual y sexual a los 50 y quizá, paseeis a los 90 recordando los buenos momentos que vivisteis juntos, todavía del brazo, todavía con cosas que compartir. El, cambiará contigo.

Si no es así, quizá tengas la oportunidad de ir cambiando de pareja conforme tú vayas cambiando y ojalá esa transición sea lo menos traumática posible.

Conforme pasa la vida más pienso que en realidad el amor es un sentimiento básicamente egoista. Nos enamoramos de la persona que cubre nuestras necesidades, sean las que sean e incluso en ocasiones, aún cuando ni siquiera somos consciente de tenerlas. Cuando escucho comentarios sobre una pareja extraña, cuando oigo decir "¡Como se ha podido enamorar de alguien así!", me quedo con las ganas de pedir que rasque un poquito, que busque, que seguro que encontrará.

Conforme pasan los años más pienso que lo inexplicable no es el amor, que lo inexplicable somos nosotros los humanos.


* Las tres edades del hombre» (1539) [Museo del Prado, Madrid, España] - Hans Baldung-Grien (1484-1545)

lunes, 8 de septiembre de 2008

TENTACIONES



Foto de Manuel Ballestín
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Corre estos días por Zaragoza una sensación compartida de angustia por el fin de la EXPO.

Lo que angustia no es que la EXPO termine, sino todo lo que hemos dejado de hacer por pereza, falta de ocasión o hartazgo. El caso es que cuando uno por fin se decide a coger el toro por los cuernos y acercarse a Ranillas, se encuentra a cada paso con colegas, conocidos y compañeros de trabajo víctimas de ese síndrome general.
Pretendemos en apenas diez dias, alcanzar lo que no hicimos en noventa.
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Foto de Manuel Ballestín

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Con la vida, a veces nos pasa lo mismo. Renegamos de una situación concreta y cuando ésta por fin cambia, parece que la echamos a faltar. Parece que somos incapaces de asumir lo bueno y lo malo de cada momento y cuando termina nos lamentamos por lo que pudo ser.


Algo así me ha ocurrido este fin de semana, el primero lluvioso de septiembre, cuando al sacar la perra por la mañana no he encontrado absolutamente a nadie. Después de un verano de multitudes, el placer inmenso de andar solas por ahí bajo una lluvia suave y con los árboles empezando a cambiar de color, ha sido indescriptible.

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Después, el domingo, mientras miraba la luz a través de los racimos de las viñas de mi padre y la perra me provocaba con una manzana en la boca para jugar, he sentido un ventarrón de nostalgia de mi vida anterior. A pie de campo, sin autobuses ni prisas, con menos responsabilidades y sin tantos marrones. Era una mañana de domingo perfecta a principios de otoño. Silenciosa, fresca, con los colores de las frutas y las flores de mi madre a mi alrededor y sin prisas por nada.


Pero afortunadamente, mi angel de la guarda estaba ahí para darme un colleja y recordarme que cuando por fin conseguí cambiar de ciudad, trabajo y vida estaba a punto de ahogarme de aburrimiento, que los días se me hacían eternos, que el trabajo me mataba y que mi vida, entonces, no era ni la mitad de feliz que lo es ahora.


Porque soy una mujer con suerte.


Porque disfruto de la ciudad, los marrones del trabajo, los atascos y las prisas de lunes a medio viernes. Porque el viernes a las tres y cinco, puedo elegir si marcharme a ver llover con la perra a solas o quedarme aquí disfrutando de mi otra, cada vez menos nueva, cada vez más feliz, vida.


Que suerte que el diablo de la tentación aparezca de vez en cuando para hacernos dudar y recordar el valor real de lo que tenemos... Aquí y ahora.


domingo, 7 de septiembre de 2008

MIERDA DE GLOBALIZACIÓN


Se ve que este verano nos ha dado por la vena nostálgica y mientras yo andaba constatando que los foros romanos no han cambado nada en diez años, S., mi ex, volvía a comprobar los estragos que en algo menos de tiempo, el capitalismo ha llevado a la vieja Moscú.

De su visita a la Plaza Roja, me ha traído un montón de tabletas de chocolate "OCTUBRE ROJO", el mismo que comprábamos en nuestro primer viaje a la antigua Unión Soviética en un puestecito junto al Parque de los Logros Tecnológicos de la URSS. Como por aquel entonces, el plena Perestroika, la economía soviética no estaba para tirar cohetes habían inventado un sistema que consistía en batir el chocolate hasta conseguir una especie de mousse llena de burbujitas y que básicamente permitía que con el peso de lo que hasta entonces habría sido una tableta, salieran tres. Años después, Milka lo lanzaría al mercado europeo como una gran innovación, pero para entonces, yo recordaba con nostalgia aquelo chocolate ligero deshaciéndose en mi boca frente al traje espacial de la perrita Laika.

Entre el cargamento de tabletas de chocolate, hay además un libro maravilloso sobre la colección de iconos ortodoxos de la Galeria Tretyakov (El Prado, Louvre o National Gallery en versión rusa) que curiosamente tiene por portada el icono de "Los Principes Boris y Gleb en un caballo negro", los primeros santos canonizados por la iglesia soviética rusa, y cuya reproducción vino en mi maleta con un busto de Lenin en aquel primer viaje a Rusia.

Entontoces, todavía se podían comprar cosas en los viajes y más en los países del este vírgenes al turismo de masas. Una viajaba por Rumanía y encontraba juguetes artesanos de madera que reproducían a Vlad Tepes, el auténtico Conde Drácula y un verdadero héroe nacional. O volvía de Bulgaria con cosméticos de rosa mosqueta comprados juntoa una tumba tracia que tenían el encanto de los auténticamente tradicional.
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Ahora, la globalización ha hecho que vayas donde vayas, todo sea igual, hasta el punto de que el verano pasado, en lo más alto de Petra, en Jordania, un puestecillo a pocos metros de El Monasterio, exhibiera el mismo collar de piedras que pocos meses antes había comprado en Carnaby Street.
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Las librerías de Roma y Florencia venden ahora las mismas ediciones que puedes encontrar en la FNAC. Los collares de las mujeres jirafa de Tailandia, los encuentras en Zara y las sales de baño del Mar Muerto, triunfan en Sephora. Incluso los chocolates Leónidas que antes traímos en cada viaje a Bruselas, han abierto tienda junto a la plaza del Pilar.
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Y si, todo está más cerca y para comprar cualquier queso del mundo solo hay que ir a El Corte Inglés, pero el encanto de las compras en los viajes se ha perdido para siempre. De hecho, en ocho dias en Roma y Florencia fui incapaz de encontrar nada que no pudiera comprar aquí...

miércoles, 3 de septiembre de 2008

INTIMIDADES EN UN PAIS DE PORTERAS

Hoy, tres de septiembre, es el día en que mi capacidad de asombro se ha visto superada. Aún no nos habíamos recuperado del shock de la exclusiva del Hola en la que la Duquesa de Alba confirma que si, que pensaba casarse a punto de cumplir los 90, cuando llega una nota de prensa de la Fundación FAES en la que se asegura que Jose María Aznar no tiene nada que ver con el embarazo de la ministra del gobierno de Sarkozy Rachida Dati.

Joer.

Y digo yo. ¿Qué necesidad tiene esta señora, a su edad, con toda su pasta y sus títulos de dar explicaciones a través de una exclusiva? ¿Un expresidente de un gobierno tiene que enviar un comunicado oficial para desmentir un embarazo de la ministra del país vecino? ¿No puede la buena señora casarse o no casarse con quien le de la gana en la intimidad? ¿Acaso una mujer de cuarenta y tantos años no puede tener un hijo con quien le de la real gana y no desvelar el nombre del padre?

Apostamos lo que queráis, pero seguro que en las próximas horas, en la pestaña de “Lo más visto” de www.elmundo.es o www.elpaís.com , ambas noticias aparecen en primeros lugares.

Somos un país de porteras en el que además, muchos vecinos dejan las puertas abiertas de par en par para que cualquiera pueda otear sus miserias. Grandes de España, ex presidentes, casas reales… no se salva nadie. Luego, demandan derecho a la intimidad.


http://www.elpais.com/articulo/gente/Aznar/niega/ser/padre/hijo/Dati/elpepugen/20080903elpepuage_5/Tes

http://www.elmundo.es/elmundo/gentes/fotos_gente/2008/09/03/index_2.html

martes, 2 de septiembre de 2008

UN APUNTE RÁPIDO SOBRE ENVIDIA Y GIRASOLES

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Venía hacia el trabajo en coche cuando he visto unos metros más allá un chico que montado en una vespa gris llevaba sujeto a la moto un ramo de girasoles. He apurado el acelerador para saltar un semáforo ya en rojo y poder verle la cara. Al quedar a su lado, en el siguiente semáforo, se ha vuelto y me ha sonreído.
Es D.Z., un cantante que ganó uno de esos concursos de televisión y al que trato de vez en cuando superficialmente por cuestiones de trabajo. Cuando lo he visto de lejos, he sentido envidia del destinatario de los girasoles. Luego, me ha gustado saber quien era, comprobar que tengo la suerte de conocer a alguien que en este mundo gris, todavía anda en moto con un ramo de girasoles.
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TODOS SON KEN

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Sostiene FHMP que en el fondo, todos los hombres son Ken. Ken, Lucas, el clik que conduce la ambulancia o cualquiero muñeco creado expresamente para acompañar a Barbie, Nancy o la clak enfermera. Según esta teoría, cualquier hombre vive sometido a los designios de novias, amantes, hermanas mayores y madres empeñadas en sobreprotegerlo, controlar su vida y cambiar su manera de vestir.

Ese es su punto de partida.

Lo que yo creo es que las mujeres cumplimos una gran y tremenda función social supervisando que la relación de nuestro hermanito pequeño con la bruja de turno no vaya más allá de lo razonable, vigilando que la vida de nuestros hijos no naufrague entre malas compañías y convirtiendo el "manolo" de camisa de cuadros amarilla del que nos enamoramos en un momento de debilidad en un ejemplo de elegancia masculina.

En el fondo, no puedo dejar de darle la razón. La mayoría de las veces los hombres de nuestra vida (novios, hermanos pequeños, amantes, incluso amigos) se dejan mangonear impunemente por las mujeres que les rodean, sean madres, hermanas mayores, novias o amantes y terminan convirtiéndose en seres indefensos que se mueven como un pato en una bañera entre las estanterías de Zara o se dejan camelar por la primera petarda que se les pone a tiro. Y pensándolo bien, yo creo que a muchos les gusta.

Lo dicho, la nuestro es una función social. En el fondo, todos son Ken.
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lunes, 1 de septiembre de 2008

EL CIELO DE LOS OTOÑOS GLORIOSOS

Foto de DAVID PEREZ HENS


Dice FHMP que cuando muera, iré a parar al infierno de las cuñadas rencorosas que es como una especie de Corte Inglés gigante donde decenas de cuñadas clonadas hasta el infinito te hacen la puñeta continuamente mientras tu vagas desorientada entre pasillos y pasillos de vestidos horrorosos .

Yo, prefiero pensar que dado que me pateé religiosamente todas sus basílicas intra y extramuros, San Pedro se apiadará de mí y me dejará vivir eternamente en el cielo de los otoños gloriosos, en el que el sol calienta por la mañana cuando sales a caminar entre las hayas y llueve justo a la hora en que vuelves a casa para que puedas apoltronarte en el sofá en buena compañía.

En este cielo, la edición especial de Vogue colecciones sale todas las semanas, hay papelerías enormes llenas de cuadernos sorprendentes, y los coleccionables de los kioscos vuelven a sacar libros interesantes por cuatro perras. En el cielo de los otoños gloriosos, en los que por la noche ya hace frío, las ediciones de Taschen y Franco María Ricci están al alcance de cualquiera y los cines suelen estar vacíos para que nadie haga ruido y puedas llorar sin pudor a tu antojo.

En mi cielo particular se viaja sin colas ni retrasos, los hoteles siempre están en el centro y los museos abren para cada persona. Las uvas, las setas y los arañones están en su punto justo, las bodegas tienen siempre vinos sorprendentes y las secciones de quesos son como en los mercados franceses. En el cielo de los otoños gloriosos se madruga por placer, las siestas siempre son placenteras y Yuri caza lagartijas a su antojo...

Es uno de septiembre. La vida real, que nos pisaba los talones en los últimos días de agosto ha terminado por alcanzarnos. Volvemos a poner los pies en el suelo.